Economía circular y neutralidad climática

De entre las 30 líneas de actuación prioritaria recogidas en la declaración antes mencionada, la número 22 aboga por avanzar en la estrategia de la economía circular, modelo que prima el aprovechamiento de recursos y la reducción de materia prima. Tradicionalmente, la mejora ambiental de las empresas se centraba en el análisis de su propio proceso productivo (perspectiva de proceso). Sin embargo, en muchos casos, los impactos ambientales más significativos no se generan durante la producción del producto, sino en la fase de uso (perspectiva de producto). Un ejemplo de esto sería el caso de un vehículo con motor de gasolina o diésel, cuyo mayor impacto ambiental se produce debido al consumo de combustibles fósiles y a las emisiones derivadas del propio uso. En este contexto, conviene mencionar el estudio recientemente publicado por la Fundación Ellen MacArthur y la consultora Material Economics, el cual pone de manifiesto que la transición hacia energías renovables únicamente permitirá reducir las emisiones hasta un 55% en 2050, mientras que el 45% restante se debe a la forma en que fabricamos coches, ropa, comida y otros productos. De este modo, los autores defienden que la economía circular podría contribuir notablemente a reducir estas emisiones, transformando la manera en que producimos y usamos los productos. Más concretamente, en el estudio se demuestra que la aplicación de la economía circular a cinco sectores (cemento, plásticos, aluminio, acero y alimentación) permitiría reducir ese 45% de las emisiones a la mitad.

Para alcanzar la economía circular es indispensable recurrir al ecodiseño, el cual consiste en la integración de aspectos medioambientales en el diseño del producto con el fin de mejorar su comportamiento medioambiental a lo largo de todo su ciclo de vida, desde la obtención de las materias primas y energía hasta la gestión de los residuos generados. En este sentido, el Análisis de Ciclo de Vida (ACV) constituye la base técnica para el ecodiseño y ecoetiquetado de productos. El ACV puede aplicarse a varias fases del producto, siendo la perspectiva Cradle to grave (de la cuna a la tumba) la que abarca todo el ciclo de vida, o solo a determinadas emisiones, como sería el caso de la huella de carbono (donde únicamente se contemplan las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)) o la huella hídrica (que computa el consumo de agua y los cambios de calidad de esta). En términos climáticos, la huella de carbono de producto constituye un excelente indicador de las emisiones y remociones de GEI producidas a lo largo del ciclo de vida del producto, por lo que su cálculo permitirá a las empresas establecer políticas de reducción de emisiones más efectivas, encaminándose hacia la neutralidad climática, y, a la vez, identificar oportunidades de ahorro de costes.

En definitiva, conseguir transformar el modelo productivo hacia uno más sostenible, circular y bajo en carbono representa un gran desafío y, a la vez, una gran oportunidad para innovar y mejorar la competitividad de las empresas. Para sumarse al cambio, en Euro-Funding contamos con un equipo técnico cualificado y multidisciplinar para la realización del ACV, lo cual permite a las empresas identificar oportunidades para mejorar el desempeño ambiental de productos en las distintas etapas de su ciclo de vida, así como mejorar el marketing mediante el desarrollo de ecoetiquetado. No dudes en ponerte en contacto con nosotros para más información en relación con la prestación de nuestros servicios.