Invertir en acciones que cotizan en bolsa con el objetivo último de conseguir cambios en el ámbito social o medioambiental es un enfoque indirecto, ya que carece del efecto inmediato, o la “adicionalidad”, que las inversiones en proyectos concretos o la microfinanciación ofrecen. id:75522
Este es también el problema que algunos grupos de defensa del inversor tienen con este concepto amplio de inversión de impacto. Sin embargo, aunque no haya una correa de transmisión directa entre la inversión y el efecto, creemos que los resultados pueden resultar convincentes.
Tiene que ver con lo que denominamos modelo de dos pasos. En un primer paso, el inversor de impacto influye en una compañía cotizada a través de la implicación activa con la organización y la aportación de capital. Esta acción debería producir, en último término, una reducción de los costes de financiación para estas empresas. En un segundo paso, las compañías pueden hacer crecer más rápidamente sus actividades al contar con unas credenciales de impacto superiores, aumentando los efectos beneficiosos de sus productos y servicios en el medio ambiente y la comunidad.
Afilar sus objetivos de impacto
A toda vela ya, con el impulso de un viento sostenible, en algún momento seguramente querrá fijar su propio rumbo, y puede hacerlo creando su conjunto personal de objetivos, centrándose en los desafíos globales que considere más importantes. En nuestro caso, decidimos centrarnos en los ocho “pilares de impacto” que abordan lo que para nosotros son los problemas más acuciantes a los que se enfrenta la humanidad y donde nuestras inversiones pueden ejercer una verdadera influencia. Estos ocho pilares son la escasez de recursos, el aumento de la contaminación, el cambio climático, problemas con el agua en todo el mundo, el envejecimiento de la población, los problemas sanitarios, problemas con la cadena de suministro alimentario y el aumento de la desigualdad. Estos pilares contienen algunos de los ODS de Naciones Unidas, mucho más generales (ver ilustración siguiente).
Lo que se puede medir se puede hacer
El último paso del proceso de inversión es posible que sea el más relevante. No se puede convencer a nadie de la excepcionalidad de lo que ofreces si no tienes nada que lo demuestre. Por ello, es importante definir indicadores de desempeño clave (KPI) y hacer un seguimiento de su evolución a lo largo de un periodo de tiempo. Cuanto mejores sean sus resultados y más rigurosas sus mediciones, más creíbles serán los productos que ofrece. La medición deberá ser, en nuestra opinión, coherente con los criterios globales definidos por IRIS+, un sistema mundialmente reconocido que ha elaborado estándares para los indicadores de impacto. IRIS+ es el sistema de contabilidad de impacto generalmente aceptado de GIIN que inversores de impacto de primera línea utilizan para medir y gestionar su impacto. El marco IRIS+ asegura un nivel razonable de fidelidad entre lo que se ofrece y lo que se consigue. La ilustración siguiente muestra un resumen de algunos de nuestros KPIs.
En un mundo que se enfrenta a numerosos problemas de sostenibilidad, creemos que los inversores deben buscar que sus estrategias generen unos efectos de sostenibilidad cuantificables además de la rentabilidad de sus inversiones y esperar que el poder de invertir a largo plazo en una estrategia así sea superior a invertir en un único valor “verde”.