Una buena gestión de la pandemia del coronavirus y el legado de la gestión de la crisis permite a Japón prepararse para el rebote, tanto si las Olimpiadas reprogramadas se celebran el año que viene como si no. id:61258
Tokio debía haber dado ya la bienvenida al mundo en la que debía haber sido la inauguración los Juegos de las XXXII Olimpiadas de julio, una celebración veraniega de logros atléticos destinada a inspirar a una audiencia global. El gobierno de la ciudad había reservado miles de millones de yenes para cubrir los costes de la organización de esta muestra deportiva cuatrienal, oficialmente llamada Tokio 2020.
Pero por primera vez en la historia, los Juegos Olímpicos y Paralímpicos han sido pospuestos, en lugar de ser cancelados. Anteriormente, se habían cancelado en 1940 por la Segunda Guerra Mundial, cuando irónicamente Tokio era también la ciudad anfitriona. También fueron cancelados en 1916 y 1944 debido a la guerra.
Esta vez ha sido la pandemia originada por el coronavirus la que ha echado por tierra los planes. Tokio ha reprogramado los Juegos para julio/agosto de 2021, casi exactamente un año después. Aún con la marca de Tokio 2020, el evento reprogramado se considera "un faro de esperanza para el mundo en estos tiempos difíciles". Sin embargo, sin haber desarrollado todavía una vacuna efectiva, es difícil anticipar con certeza si los Juegos se celebrarán el próximo año. El virus sigue causando estragos en las economías de todo el mundoque, en muchos casos, han salido de los confinamientos para hacer frente a nuevos brotes.
El propio Japón está experimentando un aumento en el número de infecciones. Como sociedad envejecida, con más de una cuarta parte de su población con más de 65 años o más, sigue siendo especialmente vulnerable al Covid-19. Sin embargo, sólo ha informado de 21.500 infecciones y menos de 1.000 muertes, tasas notablemente bajas en relación con otros países Resulta alentador que el gobierno japonés no haya tenido que recurrir a medidas extremas de bloqueo, lo que explica en parte por qué la caída de la actividad económica en Japón difiere de la de otros países.
El hecho es que Japón tiene un plan. En lugar de hacer tests al azar a la gente, se ha centrado en el rastreo de contactos para identificar y aislar a los posibles superdifusores. Los confinamientos sólo parecen detener la propagación de este virus de forma temporal y, por ello, cuando se levantan esas medidas, la propagación se reanuda. Japón cuenta a su favor con mecanismos bien establecidos para hacer frente a grandes conmociones de la economía, principalmente debido a la frecuencia con que sufren desastres naturales. El país también tiene una amplia experiencia en la movilización de recursos fiscales, fruto de décadas de estancamiento económico.
Para contrarrestar el impacto del Covid-19, el gobierno ha ofrecido 1 billón de dólares en paquetes de estímulo y ayuda - cerca del 20% de la producción económica nacional. Al mismo tiempo ha presentado una nueva estrategia de crecimiento para promover los pagos sin dinero en efectivo, la digitalización y diversos estilos de trabajo. Al ser un país que depende en gran medida del dinero en efectivo, esto supondrá una transición difícil. Pero en el pasado Japón ya ha puesto en marcha algunos cambios fundamentales en su economía y ha salido fortalecido.
Debido a la contracción demográfica, Japón se beneficia de un bajo nivel de desempleo, mientras que las instituciones del mercado laboral ofrecen una mayor protección a los ingresos de los hogares. Una mayor seguridad en el empleo puede sustentar el gasto de los consumidores de una manera con la que pocos países pueden contar.
Además, debido a la compleja situación con la deuda que se produjo en la década de 1990, cuando los bancos limitaron los préstamos y privaron a las empresas de capital, las empresas japonesas disponen de una posición de efectivo relativamente abundante. En concreto, un 55% de las compañías no financieras poseen en una posición de efectivo neto, frente al 14% de las estadounidenses. El apalancamiento financiero también ha caído durante seis años consecutivos. Esto deja a las empresas japonesas en mejores condiciones que otras no sólo para soportar la desaceleración provocada por el el coronavirus, sino también para poner en marcha iniciativas de crecimiento a pesar de la falta de claridad sobre las perspectivas de beneficios a corto plazo.
Junto con los planes de recuperación posteriores al Covid-19, las empresas japonesas están mejorando sus credenciales ambientales, sociales y de gobierno (ESG). En este sentido, estamos viendo cambios positivos en la eficiencia del capital y el gobierno.
Por ahora, los mercados están fluctuando entre la preparación para una recuperación sostenida y la previsión de nuevas olas de la pandemia. Los inversores con capacidad para soportar la volatilidad pueden encontrar compañías posicionadas para prosperar a largo plazo, haciéndose más eficientes y productivas. Japón sigue siendo el hogar de un gran número de multinacionales de talla mundial. Muchas son líderes mundiales en sus industrias, tienen franquicias sólidas y operan en áreas de crecimiento estructural, ya sea en robótica, productos de consumo básico o innovación en la atención sanitaria. Independientemente de la pandemia del coronavirus y de si Japón recibe un impulso turístico a partir de unas Olimpiadas reagendadas para el año próximo, las empresas de calidad pueden seguir proporcionando crecimiento a los accionistas.