Los síntomas cognitivos y conductuales pueden resultar más incapacitantes que los temblores. id:82644
Cada año, unas 10.000 personas son diagnosticadas en España de la enfermedad de Parkinson, el trastorno neurodegenerativo motor más frecuente en la población. Una cifra que, según la Sociedad Española de Neurología, crecerá en los próximos años y llegará a duplicar el número de enfermos, que actualmente se sitúa entre
120.000 y 150.000 solo en España. Por eso, conocer sus claves para poder mejorar la calidad de vida de los pacientes es un reto para la comunidad científica.
Una de ellas es que, aunque la mayoría asociamos la enfermedad a los temblores, estos no se dan en todos los pacientes. Y, en cualquier caso, los temblores no son las únicas posibles consecuencias de la enfermedad. "La enfermedad de Parkinson se acompaña de multitud de síntomas no motores, que de hecho pueden resultar mucho más incapacitantes para los pacientes. Por eso es tan importante prestarles atención", señala Andrea Horta-Barba, profesora colaboradora del máster universitario de Neuropsicología de la UOC.
Se refiere, entre otros, al importante impacto que tiene la enfermedad en el ámbito cognitivo y conductual. Como explica Horta-Barba, en estadios iniciales, aproximadamente entre un 20 % y un 30 % de los pacientes ya presenta deterioro cognitivo leve, un factor de riesgo independiente para el posterior desarrollo de demencia. "No obstante, la velocidad de progresión es extremadamente variable entre pacientes, habiendo pacientes que progresarán rápidamente a una demencia y otros que no lo harán en muchos años o nunca", indica Horta-Barba, neuropsicóloga de la Unidad de Trastornos del Movimiento del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Lo que sí se ha comprobado es que la probabilidad de desarrollar demencia es más alta cuantos más años de enfermedad lleve el paciente: algunos estudios indican que hasta el 80 % de los pacientes desarrolla demencia tras veinte años de evolución, recuerda la profesora colaboradora de la UOC.
Dificultades de atención y alteración de la memoria
Pero ¿de qué hablamos cuando nos referimos al deterioro cognitivo? ¿Cómo se manifiesta? Según los expertos, aunque existe mucha heterogeneidad en cuanto al deterioro cognitivo relacionado con la enfermedad de Parkinson, los trabajos científicos describen principalmente dos grandes perfiles de disfunción cognitiva. Uno de ellos está caracterizado por alteraciones disejecutivas en las que destacan dificultades atencionales, de solución de problemas o de planificación. Respecto al otro perfil de deterioro cognitivo, se acompaña de alteraciones en campos como la memoria o las habilidades visuoespaciales, y este se asocia a mayor probabilidad de progresión hacia la demencia.
Si nos detenemos en las causas, en el primer caso se trata de un tipo de trastornos que son consecuencia de la alteración dopaminérgica característica de la enfermedad en diversos circuitos cerebrales. Sin embargo, en el segundo perfil se han encontrado agregados de proteínas disfuncionales en regiones corticales, como un mayor número de cuerpos de Lewy y patología similar, aunque no igual, a la de la enfermedad de Alzheimer, detalla Horta-Barba, quien añade que en ambos casos la edad es el principal factor de riesgo, siendo a mayor edad, mayor el riesgo.
Detectar cualquiera de estas señales es fundamental, ya que, aunque en la actualidad no existen tratamientos farmacológicos que puedan combatir la presencia de alteración cognitiva, sí se puede intentar paliar a través de tratamientos de estimulación cognitiva y el seguimiento de un estilo de vida activo y saludable. De hecho, la actividad mental, el ejercicio físico y un estilo de vida saludable pueden ayudar a retrasar la aparición del deterioro cognitivo.
Como explica la neuropsicóloga experta en párkinson, generalmente son los familiares o el propio paciente quien detecta los cambios, aunque en ocasiones sean solo sutiles. "Cuando se comentan en consulta con el neurólogo, se recomienda realizar un estudio neuropsicológico en el que se puede objetivar y cuantificar si estos cambios existen y cómo son. Y, en ocasiones, se pueden hacer pronósticos de cómo evolucionarán", manifiesta.
Además, otros síntomas no motores que también pueden aparecer son la apatía, la depresión y la ansiedad, "cuyas frecuencias relativas son elevadas y pueden complicar el escenario clínico, por lo que es muy importante su detección y su manejo", indica Andrea Horta-Barba. Concretamente, hasta el 50 % de los pacientes presentarán sintomatología depresiva en el transcurso de la enfermedad, un porcentaje mayor que en la población general, recuerda la experta en párkinson y otros trastornos del movimiento, añadiendo que la depresión se debe a la disfunción de diversos sistemas, entre los que destacan el dopaminérgico, noradrenérgico y serotoninérgico, que acontecen en la propia enfermedad. Asimismo, otras alteraciones como las alucinaciones no son infrecuentes.
Factores protectores
Si en cualquier enfermedad hacer un diagnóstico precoz es vital, la enfermedad de Parkinson no es una excepción. La razón es que cuando la enfermedad muestra sus primeras consecuencias a través de temblores, lentitud de movimiento o falta de memoria, por ejemplo, ya se han perdido un gran número de neuronas. "Sabemos que buena parte de la sintomatología se debe a la disminución de neuronas dopaminérgicas", indica la profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Salud la UOC.
Respecto a la causa de la eliminación de esas neuronas, el origen es fundamentalmente desconocido, tan solo se sabe que la edad es el factor de riesgo más claro para su desarrollo. Y, aunque existen casos familiares asociados a un factor genético, según los expertos, estos representan una minoría y, a menudo, están asociados con el desarrollo de la enfermedad en personas más jóvenes.