El Sol Beach House, en la Playa de Sotavento, es una aparición entre el viento y el mar. id:43983
Hace casi un siglo Miguel de Unamuno fue desterrado a la isla de Fuerteventura, considerada por entonces un territorio desértico y sin encanto, por sus críticas al Gobierno de Primo de Rivera y al rey Alfonso XIII. Sin embargo el castigo –o más bien la propia isla– convirtió al maestro en gran admirador de Fuerteventura. Aunque inicialmente la describió como “de una pobreza triste; algo así como unas Hurdes marítimas. Es una desolación. Apenas si hay arbolado y escasea el agua. Se parece a La Mancha. Pero no es tan malo como nos lo habían pintado. El paisaje es triste y desolado, pero tiene hermosura. Estas colinas peladas parecen jorobas de camellos y en ellas se recorta el contorno de éstos. Es una tierra acamellada”. Sin embargo, los cuatro meses que estuvo en ella, al indómito catedrático le cambió la vida, daba largos paseos sin sombrero y en alpargatas y a veces completamente desnudo y acuñó el neologismo de 'fuerteventuroso'. Le gustaba el queso, el gofio y las cabrillas. En los más de 100 días que estuvo exiliado colocó a la ínsula en el mapa cultural hablando de ella con pura admiración.
Quienes hoy visiten Fuerteventura, sea por cuatro meses, cuatro semanas o cuatro días, no sentirán eso como un destierro, más bien como un encantador regalo. Seguramente es la isla canaria más desconocida y por eso la que ofrece más sorpresas. Aunque, eso sí, hace falta un espíritu sensible para apreciarlas. Hay que irse acostumbrando a ese ascetismo de la mirada que, como decía Unamuno, “atraerá más al peregrino de una tierra pura, evangélica, que al hedonista de la sociedad de consumo”.
Y para empezar a descubrirlas nada mejor que hacerlo desde la Playa de Sotavento y Playa Barca casi al sur de la isla en pleno parque natural de Jandía, un arenal blanco y fino, en ocasiones con 300 metros de fondo y con más de 30 kilómetros de litoral. Algo que hace único a esta playa es la laguna que sube y baja al ritmo de las mareas y que llega a ocupar hasta cuatro kilómetros de largo. El espectáculo es grandioso, la vegetación de chaparros y balancones y las pequeñas dunas al borde del mar aparecen y desaparecen a medida que el agua de la laguna sube o baja por la influencia de la luna, mientras decenas de pececillos se mueven con rapidez escapando de los pequeños riachuelos que forma el agua en su camino de vuelta al mar. Ese mar turquesa, en realidad océano, sorprendentemente cálido en el que, con suerte, pueden verse tortugas y delfines, mientras miles de aves lo sobrevuelan.
Tu casa en la playa
Contemplar este cambiante paisaje puede hacerse desde la orilla o con los pies sumergidos en la laguna, pero nada mejor que disfrutarlo desde una de las terrazas del nuevo hotel Sol Beach House at Meliá Fuerteventura mientras se saborea uno de los exóticos zumos naturales y detox que allí preparan, una cerveza helada o nadando en su infinity pool volcada sobre el arenal. Este alojamiento, uno de los hermanos más pequeños de la cadena Meliá, que se ofrece como "Tu casa en la playa", propone, en efecto, una estancia muy acogedora sin reglas, comodidades boho -una combinación entre hippie y bohemio-, espíritu escapista, cálida, donde abunda la comida orgánica y la música en vivo. En Sol Beach House, hotel solo para adultos, se puede asistir a clases de yoga o dar paseos en bicicletas vintage, con su cesta para la merienda incluida, pero dónde también está permitido simplemente no hacer nada.
Sus 142 junior suites están decoradas en tonos claros y colores cálidos, son muy espaciosas, con camas muy amplias y también grandes tumbonas en el interior y en la terraza para relajarse y disfrutar las vistas al mar o a sus jardines tropicales. Tienen mini-bar gratuito y máquina de café, televisor panorámico y equipo de música, albornoces y amenities de calidad... incluso una bañera dentro de la habitación junto a la terraza para relajar el cuerpo y la mente. Y una de las cosas más sorprendentes: una ducha doble desde la que también se sigue apreciando el paisaje.
A la hora de comer, su amplio buffet con cocina al momento y rodeado de jardines verticales con plantas aromáticas ofrece una amplia gama de productos frescos, orgánicos y km 0, o sea de la tierra más próxima, con la mejor cocina mediterránea e internacional con matices de cocina tradicional canaria.
Paraíso del windsurf y el kitesurf
Pero aunque todo invita al relajo, al descanso y a la buena vida, el Sol Beach House es el lugar perfecto para los aficionados a los deporte de viento y mar, el kiteboarding y windsurfing, ya que esa playa apacible y la laguna de la que hablábamos es también el escenario perfecto gracias a los permanentes vientos para estos deportes. Asociado a Meliá está el centro René Egli, una de las escuelas más prestigiosas del mundo para la práctica de estos deportes que cuenta con equipos para todos los niveles en venta o alquiler, monitores especializados y la única licencia oficial para practicar sobre la laguna, el lugar perfecto para los iniciados. El centro de kite de la escuela René Egli tiene 400 cometas y 180 tablas para alquiler, mientras que el centro de wind de la escuela dispone de 450 tablas y mil velas, tanto para la práctica de freestyle como de slalom, velocidad o freeride.
Desde hace 34 años, René Egli organiza en Fuerteventura el Campeonato del Mundo de windsurf y kitesurf, donde se dan cita las estrellas mundiales de estos deportes y se viven emocionantes competiciones llenas de vertiginosa acción al alcance de la mano. Este año son del 17 de julio al 3 de agosto. Aquí se han batidos récords de velocidad como el de Pascal Maka que estableció un nuevo récord mundial de velocidad en windsurf: 71,8 km/h o el de Airton Cozzolino que se mantuvo durante 20 segundos en el aire con su tabla y su vela de katesurf.
Como apoyo a los deportistas o a los simples espectadores de estos vistosos deportes, además del Sol Beach House el hotel Meliá Fuerteventura, hasta hace poco conocido como Meliá Gorriones, ofrece 562 habitaciones, tres piscinas, una de ellas de agua salada y otra climatizada, varios restaurantes y bares. Es un hotel familiar con programas de animación para niños y adultos.
Recorrer la isla de las sorpresas
Aunque cueste trabajo abandonar, aunque solo sea brevemente, este paraíso, vale la pena desperezarse y animarse a descubrir las muchas sorpresas que esconde Fuerteventura, hay mucho donde elegir. Para empezar y todavía impresionados por la Playa de Sotavento, hay 150 kilómetros de otras playas en las que disfrutar del sol y de la brisa marina cargada de iones negativos saludables para el cuerpo. Por ello y por su inmenso paisaje volcánico, toda la isla ha sido declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 2009.
Y hablando de paisajes mágicos, hay que acercarse al Parque Natural Dunas de Corralejo, donde el aspecto desértico que tiene esta zona hace difícil creer que al final de las dunas se encuentre una de las playas más bellas de la isla, con arena fina y blanca y aguas de color turquesa. Esta zona protegida tiene nueve kilómetros de costa, desde pequeñas calas donde cobijarse bajo el sol, hasta grandes playas que parece que nunca acaban. La enormidad de la arena acumulada, con el fondo marino detrás crea unos de los paisajes más espectaculares que se pueda contemplar.
Frente a las dunas se vislumbra el Parque Natural de Isla de Lobos, en el que hace años habitaban únicamente focas monje y lobos marinos, y hoy es un auténtico refugio de serenidad, con acceso limitado a unas decenas de personas por día, donde olvidarse del estrés. En ella se encuentran plantas y pájaros que no existen en otra parte del planeta y que hacen que el esfuerzo de acercarse en barco valga la pena. A diez minutos a pie desde el muelle, el visitante encontrará el Puertito de Lobos, un pequeño conjunto de chozas de pescadores de color blanco y puertas azules y único núcleo habitado de esta isla virgen.
No muy lejos –nada está especialmente lejos en esta isla de 100 kilómetros de longitud y apenas 25 de ancho–, se encuentra la Villa de Betancuria. Situada en una de las zonas más desérticas esta arcaica ciudad, fundada en el siglo XV, se eleva con su impresionante conjunto histórico. Antaño fue la capital de la isla y la localidad con mayor interés cultural de Fuerteventura, con un museo arqueológico en el que se puede conocer cómo vivían sus antiguos habitantes. Está magníficamente conservada con estrechas calles empedradas de mucho sabor y algunas nobles casonas, y destaca sobre todo su iglesia de Santa María, antigua catedral, reconstruida en el siglo XVI tras el ataque de unos piratas berberiscos, y es el lugar perfecto para hacer un alto en el camino y degustar algunos de los buenos quesos de cabra de Fuerteventura, especialmente el que se sazona con pimentón majorero. Las cabras aparecen por todas partes en la isla, hay más de 100.000, casi tantas como habitantes. Y de tanto en tanto, surge el perfil de un molino... o una molina, que no es lo mismo. El macho es de dos plantas y de contorno circular, con cuatro o más aspas en su techumbre cónica; las molinas majoreras son de menor tamaño y de planta cuadrada.
Quedan aún muchos sorpresas por descubrir en el recorrido por la isla, antes de regresar al refugio del Sol Beach House en el sur, como la magia cósmica de la piramidal montaña Tindaya, o Puerto del Rosario, la capital, donde vivió casi todo el tiempo Unamuno y donde se creó un museo en su honor, o el faro del Tostón en Punta Ballena, que conserva un pequeño museo de la pesca tradicional, en medio de una costa rugosa donde se estrella el mar, o visitar las cuevas de Ajuy formadas por las coladas de lava en los acantilados. Y, en fin, como final del recorrido, rendir homenaje a los antiguos dos reyes de Fuerteventura, Guise y Ayose, con sus espectaculares esculturas de bronce, en un mirador de Betancuria desde el que contemplar, una vez más, los infinitos paisajes de Fuerteventura.
Cómo llegar:
Fuerteventura está bastante bien comunicada con distintas ciudades españolas. Según el buscador de vuelos jetcost.es hay vuelos directos a la isla desde Madrid, Barcelona, Sevilla, Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife. También hay frecuentes vuelos desde diversas ciudades europeas. Del aeropuerto de Fuerteventura al hotel Sol Beach House hay unos 70 kilómetros y lo más práctico es alquilar un coche para luego moverse con libertad por la isla.
Fotos: Carmen Cespedosa.