Las personas mayores de 65 años representarán el 30% de la población española en 2050, según datos del CSIC. id:72935
En 2050 más del 30% de la población española tendrá más de 65 años. Un dato revelador del Instituto Nacional de Estadística, y que pone de manifiesto el creciente
envejecimiento de la sociedad española y el
aumento de la esperanza de vida como dos tendencias demográficas imparables.
En este sentido, las residencias para la tercera edad cobran especial importancia, especialmente tras la crisis sanitaria. El Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso) recoge que la media de edad de los residentes es de 86 y que el 70% de las usuarias son mujeres: “La población española cada vez vive más años, y por eso la calidad de los geriátricos es esencial”, afirman fuentes de Deusto Salud, centro de formación continua online especializado en cursos de sanidad y bienestar: “Hace 30 años la edad media en geriátricos era de 70 años, y actualmente han aumentado en 15 años”.
Un sector en claro crecimiento
Esto ha conllevado que el número de centros no pare de crecer, superando actualmente los 5.000: “Con las perspectivas demográficas, el negocio de las residencias tiene una proyección económica muy prolongada en el tiempo”, refirman fuentes de Deusto Salud.
Cambio de tendencia
Sin embargo, 2020 ha reabierto el debate de la estructura de estos centros: las instituciones que más han proliferado en los últimos años son macrocentros, en los que prima la oferta más barata antes que la calidad de la atención: “Esto supone un modelo centrado en la institución, y no en las personas, y que la crisis sanitaria ha demostrado que ya no es válido”, afirman desde Deusto Salud, que actualmente imparte el Curso Superior de Geriatría y Gerontología.
Para ello, desde Deusto Salud proponen 5 tendencias para mejorar la vida de los mayores en el futuro:
- Estructura en unidades de convivencia. Siguiendo el esquema nórdico, la clave está en residencias formadas por pequeños apartamentos compartidos entre 10 personas. Algunos espacios compartidos, con acceso al exterior y luz natural; pero también estancias individuales. Eso terminaría con los centros masificados, en los que las personas se consideran solo cifras. Y permite a los residentes decorar su estancia e incluso tener animales domésticos.
- Socialización. La organización en unidades de convivencia se asimila a las relaciones familiares. Así, se fomenta la socialización entre los grupos reducidos y la generación de vínculos de confianza con el personal de atención (siempre el mismo por cada unidad). Por otra parte, es más fácil organizar visitas y actividades: una residencia debe ser un espacio integrado con el exterior.
- Personalización. Los macrocentros residenciales tienen horarios de visita, de actividad y de comida muy estrictos. El colectivo de residentes es muy diverso, cada uno con sus ritmos de vida y achaques de salud. En cambio, las unidades de convivencia permiten que los mayores mantengan sus rutinas y sientan que están en un hogar.
- Aplicación de la tecnología. Se debe aprovechar el desarrollo de la tecnología domiciliaria para el apoyo de la atención social y sanitaria. Así, se reducen las consultas presenciales y la presión al sistema asistencial. Algunas de las innovaciones que se están adoptando son: sensores que identifican el nivel de humedad y de temperatura, sensores que identifican lugares frecuentes de caída o monitores que informan de la calidad del sueño. Esta recogida de datos permite identificar patrones de conducta y adelantarse a problemas.
- Cuidar, no medicalizar. Nadie quiere vivir en un hospital ni en una institución. El objetivo de las residencias del futuro es que los residentes se sientan en su hogar, pero tengan toda la atención que necesitan. Para que cada persona pueda recibir un trato individualizado y de confianza, se necesita más personal formado.