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Sectas y religiones

María Damiani | Lunes 24 de octubre de 2016
A lo largo de la historia se ha comprobado que todas las civilizaciones tienen creencias, ceremonias o rituales. Existe una amplia gama de expresiones religiosas que conllevan formas de relación con lo supremo, con algo superior. Pero, cuando en muchos casos las religiones tradicionales no satisfacen, las sectas y el poder, pretenden suplir la ausencia de lo sublime.

En los últimos años ha surgido una mayor inquietud en la búsqueda de la espiritualidad y su creciente influencia en el bienestar individual, pero en ocasiones esta búsqueda se desvía a otras direcciones y da lugar al surgimiento de las sectas.

El fenómeno de las sectas siempre ha despertado un enorme interés y preocupación en la sociedad.

La palabra secta viene del latín secare, que significa sectario, cortar y presenta una connotación negativa, la idea de separación. Esta separación originariamente indica una elección, una tendencia, una corriente de pensamiento. En Europa, dicha palabra se considera derivada de sequi: seguir. Se trata de seguir a un un líder, a un maestro.

La definición técnica del concepto “secta” comenzó con los trabajos del sociólogo alemán Max Weber y del teólogo Ernst Troeltsch, que definieron “secta” en oposición a “iglesia”.

En los principios del cristianismo los seguidores de Jesús eran considerados parte de una secta tanto para los judíos como para los romanos, pero Jesús no hizo causa común con ninguna de las sectas del judaísmo, porque su mensaje era universal, aludía a la totalidad del Amor.

Algunas características comunes de las sectas:

  • El líder: El grupo gira en torno a una figura central.
  • El lavado de cerebro: creencias que pueden llevar a la despersonalización del individuo.
  • Aislamiento del mundo exterior: El miedo es una de las herramientas más poderosas usadas por los cultos para controlar a sus miembros.
  • Fanatismo ligado al proselitismo.

¿Por qué una persona se introduce en una secta?

Algunos de los motivos pueden ser por soledad, por depresión, tristeza o por la falta de comunicación. Buscar un sustituto de su familia, falta de seguridad en uno mismo, baja autoestima, afán de novedad en buscar algo fuera de lo tradicional, etc.

Por otro lado, el concepto de religión parece estar en contraposición al de la secta por tratarse de una devoción por todo lo que se considera sagrado y a lo largo del tiempo ha contribuido al desarrollo de la humanidad, vinculándose con los valores morales de los pueblos.

A través de la religión las personas buscan una conexión con lo divino, así como cierto grado de satisfacción espiritual mediante la fe para alcanzar la felicidad y la paz mental. Esta fe no es una creencia ciega o la fe ciega del fanático, sino que debe fundamentarse en la demostración y en el entendimiento espiritual.

Unos meses atrás estaba en otro país visitando amigos y me sorprendió uno de ellos al expresarme que estaban preocupados porque me había introducido en una secta. Le expliqué que la Ciencia Cristiana es una religión basada en la Biblia y en las enseñanzas de Jesús. No hay ningún tipo de prohibición, control mental y no se sigue ciegamente a un líder. Solo hay respeto por su fundadora, Mary Baker Eddy. Se llama Ciencia porque se basa en un conjunto de principios espirituales, las leyes relativas a la naturaleza de Dios y su creación. Estos principios se pueden aplicar sistemáticamente a la vida cotidiana, dando resultados buenos y sanadores. Le comenté que el estudio y la aplicación de las verdades espirituales que aprendí al estudiar esta Ciencia me habían proporcionado en todos estos años libertad mental y física, pues pude comprender mi relación con la única Mente universal siempre presente.

Desde mi punto de vista, una religión presenta una verdad y enseña una vida consagrada al Amor y al servicio de la humanidad. Estas no sólo son las bases del cristianismo, sino las de toda persona que busca su propio bien, solidarizándose con su prójimo.

En otras palabras la religión que suaviza el corazón basada en la demostración y en la relación con el Amor es lo que lleva a una transformación integral del individuo en cuanto a sus pensamientos y actitudes.

La vida cristiana es una conexión diaria, permanente e ininterrumpida con lo divino y practicar esto reside en el reconocimiento de la propia identidad, de esa naturaleza espiritual que radica en el Ser Absoluto.

Dar expresión a la presencia del Todo-amoroso es lo que te conducirá al reconocimiento de tu filiación espiritual e indestructible.