Según la AMEI, la solución pasa por el desarrollo de una personalidad rica en valores desde la primera infancia, y el sistema educativo se está equivocando en el cómo y en el cuándo. “Bajo nuestro punto de vista, constituye un error conceptual plantearse el trabajo directo en la formación de valores”, señala Juan Sánchez Muliterno, presidente de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles. “Lo que debe hacerse es trabajar en las habilidades, hábitos, conceptos, nociones y vivencias que van a dar como resultado la formación del valor”.
Para la entidad, los valores no se enseñan como tales, sino que surgen como consecuencia de la realización de actividades que sean de interés para los niños y en las cuales se realicen acciones que actúen sobre la composición de los futuros valores.
La mejor etapa para formar una personalidad rica en valores es la primera infancia, entre los 0 y los 6 años, cuando se instauran las bases fundamentales del desarrollo de la personalidad para que en edades más avanzadas se consoliden y perfeccionen.
La AMEI defiende que, si los sistemas educativos no toman este compromiso, tienen que ser los maestros los que hagan posible el cambio y encabecen un traspaso de valores que permanezca a lo largo del tiempo y que condicione cualquier actuación en el futuro de los niños de hoy.
“La docencia es la tarea que más puede transformar la sociedad porque de ella depende el futuro del mundo entero. Aprender a vivir juntos y en paz no se logra, ni ha logrado, por resolución, por promulgar una ley o pintando muchas blancas palomas o pronunciando bellas palabras. Es urgente que la sociedad educadora se convierta en realidad”, apostilla Sánchez Muliterno.