Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) pasamos entre el 80 y el 90% de nuestro tiempo en espacios cerrados (casas, escuelas, oficinas, centros de ocio y restauración, etc.) y por eso nuestro bienestar depende de la calidad de su ambiente interior.
La contaminación del aire no solo la causa la industria o los medios de transporte. Existen otros factores, como los materiales de construcción usados en el interior de edificios, que emiten diferentes compuestos dañando nuestra salud, especialmente los COV (Compuestos Orgánicos Volátiles).
La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) estima que el 72% de la exposición a productos químicos que padecen las personas se produce en interiores. El programa Global Burden of Disase de la OMS ha reunido a un gran número de expertos y ha concluido que la contaminación interior de los edificios es el cuarto factor de riesgo por detrás de la hipertensión arterial, el tabaco y el alcohol y el causante de más de siete millones de muertes anuales.
Más allá de la eficiencia energética
En la década de los ’70, a causa del incremento de los precios energéticos, los edificios pasaron a estar mejor aislados. Pero también fue cada vez más frecuente el uso de materiales de origen sintético (mobiliario, pinturas, moquetas, etc.) convirtiéndose en una trampa para la salud: asma alergias, cáncer o trastornos cardiovasculares están directamente relacionados con la calidad del aire de los espacios que habitamos.
Diferentes factores biológicos, químicos y físicos como mohos, bacterias, toxinas, virus, pinturas, plásticos, colas, biocidas, temperaturas inadecuadas o ventilaciones deficientes, entre otros, pueden asociarse a síntomas adversos de nuestra salud. Éstos pueden abastar desde un dolor de cabeza a eczemas en la piel, afecciones respiratorias e incluso hipersensibilidad ambiental.
Desde 2013 en España es obligatorio medir la calidad del aire en edificios, pero solo de aquellos que tienen una potencia útil igual o superior a 70 Kw, lo que exime a edificios residenciales y viviendas particulares.
También desde 2013, en Francia, todos los materiales constructivos y productos de decoración están obligados a llevar una ecoetiqueta que los clasifica en función de sus emisiones COV.
El Instituto de Bioconstrucción en España (IBE) nos ofrece algunas claves preventivas que podemos poner en práctica para mejorar la calidad del aire de nuestros hogares, a través de su norma de medición SMB-2015 sobre campos electromagnéticos, ondas, radiaciones, toxinas domésticas, agentes contaminantes, ambiente interior, hongos, bacterias y alérgenos.
La compañía especializada en construcción modular ARQUIMA, pionera en Construcción Sostenible, se adelantó al cambio desarrollando un sistema constructivo propio que, además de ser eficiente energéticamente, también apuesta por la salud y la vertiente ecológica en la elección de los materiales.
Según Toni Escudé, Máster en Bioconstrucción y Arquitecto Prescriptor de ARQUIMA: “La madera es un excelente material constructivo, en especial la madera KVH, en alemán Konstruktionsvollholz, que usamos en nuestra construcciones. Una madera maciza, especial para armazones, a base de coníferas procedentes de bosques europeos gestionados de manera sostenible, que contiene una humedad inferior al 18% y, por tanto según la normativa, exenta del uso de productos químicos para la protección de plagas e insectos”.
En cualquier proceso constructivo moderno también es importante la elección de los materiales aislantes y de los trasdosados interiores. Materiales constructivos naturales e inocuos para la salud, que constituyen la base de la edificación del presente y del futuro.