El desarrollo del motor del Mazda Cosmo Sport sacó a la luz todo el espíritu pionero de la compañía e inició una larga tradición de innovación, que sigue siendo evidente cincuenta años después. Los ingenieros de Mazda tuvieron que vencer innumerables obstáculos para hacer comercialmente viable el motor rotafivo del Cosmo Sport, y someter los prototipos a pruebas exhaustivas durante cientos de miles de kilómetros. Fueron docenas las empresas que firmaron acuerdos de licencia con NSU para desarrollar la novedosa tecnología de este fabricante alemán de coches y motocicletas —entre ellas varios grandes fabricantes de automoción—, pero solo una tuvo éxito. Una vez que Mazda consiguió encauzar el potencial del motor rotativo para conseguir niveles de prestaciones equivalentes a los de motores de pistones mucho más grandes y pesados, se embarcó en la fabricación de casi dos millones de vehículos con motor rotativo. Además, cosechó un éxito considerable en el mundo de la competición. Por ejemplo, el RX-7 dominó las carreras dentro de su categoría de la IMSA (International Motor Sport Association) durante los años ochenta.
Sin embargo, el triunfo más recordado de Mazda en competición se produjo en junio de 1991, cuando ganó las 24 Horas de Le Mans con un Mazda 787B equipado con un motor rotativo de 2,6 litros y cuatro rotores. Esta victoria fue y sigue siendo un hito en la historia de Le Mans, ya que ha sido la única vez que ha ganado un coche con motor sin pistones. Las prestaciones del motor rotativo R26B del 787B —con inyección periférica y tres bujías por rotor, con una entrega de 710 CV a 9.000 rpm— respondieron con fiabilidad, y la inteligencia con la que supieron gestionar las últimas horas de la carrera el trío de pilotos —el británico Johnny Herbert, el alemán Volker Weidler y el luxemburgués Bertrand Gachot— hicieron el resto.
Los tres Mazda que participaron en la carrera la terminaron: eran dos nuevos modelos 787B y un 787 del año anterior. Hicieron primero, sexto y octavo en la general y de los 38 coches que tomaron la salida, solo terminaron la prueba otros nueve. De hecho, cuando los ingenieros inspeccionaron el motor R26B después de la carrera, dijeron que estaba en tan buen estado que bien habría podido correr otras 24 horas. El 787B que resultó ganador completó una carrera impecable, con 362 vueltas. En total recorrió 4.932 km a una media de 205,38 km/h hasta que ondeó la bandera a cuadros. Al año siguiente, el coche número 55 pintado de verde y naranja brillante fue a parar al museo de Mazda en Hiroshima después de que, en 1992, cambiara la normativa limitando la cilindrada de los motores, y el motor rotativo fue desterrado de las 24 Horas de Le Mans. Hasta la fecha, es la la primera victoria de una marca asiática en esta dura prueba de resistencia.
Esta determinación incansable para ensayar novedades y poner a prueba los límites sigue siendo parte de la esencia de Mazda. Ese mismo espíritu es el que hizo posible el MX-5, el deportivo más popular de todos los tiempos gracias a su fusión entre el conductor y el vehículo, o Jinba Ittai, como lo resume Mazda. O el que ha desarrollado la tecnología ultraeficiente SKYACTIV. La gama SKYACTIV de motores, chasis, carrocerías y otras tecnologías que incorporan los modelos actuales de Mazda son tan ligeras y singulares como el motor rotativo. Todas ellas son el resultado de grandes avances en ingeniería, dirigidos a alcanzar una combinación extraordinaria entre prestaciones y eficiencia. Los motores SKYACTIV, por ejemplo, supieron solventar los inconvenientes de una relación de compresión extrema, elevando el placer de conducción al mismo tiempo que reducían el consumo de combustible y las emisiones. Y diferenciando a Mazda de sus competidores.