Aunque la participación de México en las cadenas globales de valor (CGV) es superior al promedio de América Latina, en parte gracias a sus fuertes lazos con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés), su potencial comercial con China todavía no ha logrado desarrollarse al máximo.
América Latina debe avanzar en su agenda de integración, utilizando como base las plataformas existentes, tales como el Mercosur, la Alianza del Pacífico y CARICOM.
La integración resulta aún más crucial si se tiene en cuenta que la reducción de la demanda china de materias primas junto con la disminución de los precios continuará afectando a los exportadores latinoamericanos de productos y materias primas durante las próximas décadas. Para aprovechar el impulso de oportunidades las economías de América Latina y el Caribe necesitan, en primer lugar, implementar políticas de desarrollo innovadoras para satisfacer mejor la creciente demanda china, sobre todo en el sector de la industria agroalimentaria y los servicios. El diseño de políticas y de una estrategia verdaderamente efectiva en capacitaciones e innovación será esencial para conseguir estar a la altura del fortalecimiento del capital humano emprendido por China.
Un desplazamiento hacia industrias intensivas en conocimiento y tecnología, así como la optimización de los flujos financieros para subsanar deficiencias en materia de infraestructuras, podrían contribuir a sacar el máximo rendimiento de las ventajas que plantea la “nueva normalidad” de China. A pesar de la importante presencia china como prestamista bilateral, la mayoría de los préstamos a la región se concentran en Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela (91%, mientras que México solo recibe el 2% del total. En años recientes, los dos países han estrechado sus vínculos económicos y de cooperación, a través de varias alianzas estratégicas