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Los Arcos Rojos del Museo Guggenheim cumplen 10 años en octubre

Lunes 09 de octubre de 2017
Los ''Arcos Rojos / Arku Gorriak'' del Museo Guggenheim situados sobre el bilbaíno Puente La Salve, han sido recientemente rehabilitados una década después de que fueran creados por el artista conceptual francés Daniel Buren.

''L'arc Rouge'' forma parte de sus ''Obras de Base Tecnológica''. La Ingeniería e instaladora bilbaína EBI Efficient Facilities fue hace 10 años la encargada de su realización y, ahora, nuevamente le ha sido confiado el proyecto de rehabilitación.

El principal reto de Daniel Buren fue concebir una obra que complementase la reconocida estética visual del Guggenheim, logrando según explica el Museo en su sitio web, que la estructura de La Salve resulte “menos brutal pero más visible”.

Para ello, el artista diseñó una pieza vertical perpendicular al mismo y recortada por tres círculos situados a igual distancia unos de otros. La obra crea un gran círculo central que enmarca la carretera, y genera dos semicírculos más que se completan con su reflejo en el agua y su prolongación en el aire.

Buren tuvo muy en cuenta las características del contexto para la creación de esta pieza:

  • La ubicación de la obra sobre un puente que da acceso al centro de la ciudad y que, de algún modo, se ha convertido en reconocible puerta de entrada a Bilbao.
  • La propia presencia del Museo, cuya arquitectura conjuga formas curvas y verticales, que encuentran su eco en la verticalidad de los bordes externos de la estructura y en las curvas de sus círculos.
  • La presencia del titanio y el reflejo que la estructura produce en él
  • La ría del Nervión, que refleja la obra y la prolonga en la superficie de sus aguas
  • La circulación del tráfico por el Puente, que produce fugaces juegos de luz.

Tecnología puntera EBI: 7.000 leds y sus “Controladores DMX”
La superficie de la estructura es de color rojo, mientras que los bordes exteriores e interiores de los arcos están cubiertos por bandas verticales que alternan el negro y el blanco. Estos bordes están fabricados en un material translúcido que, por la noche, permite visualizar diferentes series de juegos de luz verticales que entablan un diálogo con los vehículos que discurren por la calzada del Puente.

La Ingeniería e instaladora bilbaína, EBI Efficient Facilities, fue en su día la encargada de su realización y, ahora, nuevamente le ha sido confiado el proyecto de rehabilitación. Su trabajo ha sido agradecido por el propio Daniel Buren, quien ha reconocido encontrarse “muy orgulloso del resultado: Es realmente impresionante, sigue siendo la misma obra y, sin embargo es otra a su vez.”

En esta nueva actualización de la obra, los principales objetivos han sido:

  • Mejora de las comunicaciones
  • Mejoras del rendimiento con leds de nueva generación
  • Actualización de hardware y software
  • Mantenimiento de instalación más flexible
  • Gestión remota a través de fibra óptica

El sistema de iluminación utilizado en la obra es conocido como DMX (Digital MultipleX), un protocolo electrónico utilizado en el sector para el control de la iluminación de espectáculos, permitiendo la comunicación entre los equipos de control de luces y las propias fuentes de luz; quizá el principal reto de EBI no fuera sólo resolver las necesidades iniciales de la obra, sino también asesorar a Buren en la mejor adaptación y aplicación de las posibilidades que ofrecen estas tecnologías.

Los efectos visuales son estáticos y dinámicos; entre las 10 y las 12 de la noche, a las horas en punto, se produce un show de iluminación que dura once minutos y genera espectaculares reflejos tanto en la superficie de Titanio del Museo, como sobre las aguas de la Ría y su entorno natural y urbano.

Buren es un artista conceptual, un minimalista abstracto considerado enormemente “visual y espacialmente audaz, objetor a las maneras tradicionales de presentar el arte a través del sistema museo/galería”. Con frecuencia, se refieren a él como el «tipo de las rayas», que usa a menudo de gran tamaño, regulares y en contraste, para integrar la superficie visual y el espacio arquitectónico, especialmente histórico o en edificios y estructuras destacadas.

Para el equipo profesional de EBI, estos cuatro meses de obra de rehabilitación han supuesto un gran esfuerzo: “Se trata de un proyecto muy singular, una obra de arte cuyo resultado final ha de ser rigurosamente fiel a las ideas y diseños realizados por el artista”.

El proceso de trabajos ha necesitado de hasta una treintena de personas con diferentes especialidades como electrónica, ingeniería, carpintería, metalistería,.. Las adversidades también han querido estar presentes, pues han debido operar a gran altura y en condiciones adversas de viento, el frío o la lluvia. Complicaciones que no obstante han merecido la pena y que hoy permiten que la obra sea un referente de gran relevancia para su entorno y para la propia ciudad de Bilbao.


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