El diseño del Kuga siempre ha sido de los más atractivos de su segmento y sus proporciones están muy logradas y resultan muy armónicas. Además de lo descrito que le identifican como un Vignale, también hay que señalar que el paragolpes trasero es exclusivo así como la especial pintura antiarañazos y las exclusivas llantas de aleación. Pero donde sobre todo se nota es en el lujoso interior que, como hemos dicho está tratado al milímetro, en lo que se refiere a terminación y calidad de los materiales empleados y por supuesto su excelente ajuste. El salpicadero resulta igualmente atractivo, con un cuadro original y muy deportivo y una consola central bastante voluminosa, que contiene grandes salidas verticales de aire, una gran pantalla táctil de 8 pulgadas y los mandos de apoyo a la misma. La zona del acompañante está bastante más despejada pero cuenta con una inserción de aluminio que la recorre e iluminación ambiental, cuyo color se puede elegir.
Los asientos, como también ya se ha comentado, invitan a utilizarlos y no solo por su diseño, sino también porque una vez que se sienta uno en ellos se “siente como en casa”. Son mullidos, pero lo justo para sujetar suficientemente el cuerpo, pues los pétalos laterales hacen perfectamente su función de sujeción. El trasero acoge perfectamente a tres personas aunque su configuración es más propia para dos. Tras el maletero ofrece una capacidad de 456 litros, que se puede calificar de correcta, aunque se puede ampliar hasta los 1.603 litros abatiendo el asiento trasero.
Para mover esta lujosa versión Vignale, Ford monta el motor diésel de dos litros, TDCi de 180 CV a 3.500 r.p.m. y un par de nada menos que 400 Nm desde las 2.000 vueltas, lo que ya da idea del excelente rendimiento mecánico desde muy bajas revoluciones, aunque donde más brilla es a un régimen medio. Es realmente agradable de manejar a pesar de los más de 1.700 kilos que pesa y siempre le encontramos dispuesto a entregar su máximo rendimiento. La velocidad máxima es de 200 km/h y la aceleración de 0 a 100 km/h es de 10 segundos. Por su parte el consumo medio se sitúa en los 5,2 litros, si bien en una conducción deportiva, que el comportamiento del motor invita a ello, se eleva a algo más de 7 litros, que tampoco es una cifra “escandalosa” sino todo lo contrario.
La unidad de pruebas estaba asociada a la transmisión automática Powershift de seis velocidades, que muestra una transición entre marchas rápida e imperceptible y permite que, en el caso de que queramos hacer una utilización manual, siempre podremos hacerlo a través de las levas situadas tras el volante. Esta caja automática, además de adaptarse perfectamente a las condiciones del motor, encaja igual de perfectamente con la filosofía de lujo y confort que un apellido como el de Vignale quiere transmitir. El sistema de tracción total inteligente de Ford, Intelligent All Wheel Drive, proporciona una transición suave de par entre las cuatro ruedas para ofrecer una pisada más segura en carretera, especialmente en condiciones de baja adherencia, y puede ajustar la entrega de par hasta un 50/50 entre las ruedas delanteras y traseras en menos de 20 milisegundos, veinte veces más rápido de lo que se tarda en pestañear. A pesar de que no es un todoterreno puro, el Kuga se defiende bien fuera de la carretera, siempre que no sean terrenos de trial, ahora bien meterse por barro o entre la maleza seguro que le hacen dudar al conductor ante la posibilidad de arañar un coche tan elegante y lujoso.
En carretera el Kuga Vignale tiene un comportamiento dócil y ágil a la vez, pues sus suspensiones, con McPherson delante y paralelogramo deformable detrás, con sus correspondientes barras estabilizadoras en ambos ejes, se encargan de sujetar al coche sin ningún problema, a lo que hay que sumar una dirección muy directa y rápida y sin lugar a dudas, por un motor cuyo funcionamiento en recuperaciones y aceleración son encomiables para tratarse de una mecánica diésel.