A juicio de los expertos, cuatro grandes tendencias a nivel mundial están contribuyendo al auge de la alimentación saludable: una población mundial que envejece; una juventud cada vez más informada y conectada; el aumento de las enfermedades crónicas; y el constante incremento del auto-cuidado y la prevención.
En concreto, una de las consecuencias más visibles del aumento de la esperanza de vida es que los consumidores prestan cada vez más atención a la composición de los alimentos y evitan determinados productos por entender que pueden ser perjudiciales para su bienestar.
Esta tendencia está provocando que la industria agroalimentaria, siempre atenta a la evolución de sus clientes, impulse productos procesados con pocos ingredientes, en vista de que para un número cada vez mayor de consumidores comer algo que contiene glicina, ácido oxálico-300, nitrito de sodio y espumantes, por poner un ejemplo, parece quitar el apetito a buena parte la población, independientemente de que los aditivos empleados sean seguros para la salud. A tenor de ello, algunas marcas han decidido simplificar las formulaciones de cereales para el desayuno, panes y bollos, postres lácteos, chocolatinas, barritas y zumos, entre otros productos, a fin de incrementar la percepción de naturalidad. Fruto de ello, algunos hoteles también han hecho suya esta promesa para aproximarse a las nuevas tendencias de consumo a través de los productos cleanlabel.
Sin ir más lejos, el 80% de los consumidores europeos considera que la lista de ingredientes de un alimento es un factor clave en la decisión de compra, mientras que sólo el 53% considera la marca del fabricante el factor diferencial.
Según cuantifica el estudio “Nielsen Survey: ConsumerEatingsHabits”, un 68% de los consumidores admiten estar dispuestos a pagar un sobreprecio por alimentos y bebidas sin ingredientes indeseables. Otros estudios inciden en la misma idea: “tres cuartas partes de los encuestados globales (75%) están muy de acuerdo o de acuerdo en que están preocupados por el impacto en la salud a largo plazo de los ingredientes artificiales. Además, el 69% está de acuerdo o parcialmente de acuerdo en que los alimentos sin ingredientes artificiales son siempre más saludables”, puede leerse en “¿Qué hay en nuestra comida y en nuestra mente? Ingredientes y tendencias de comida fuera de casa alrededor del mundo”, el informe que publicara Nielsen en el año 2016.
De la referida investigación se deduce que los badboys o chicos malos de la alimentación actual son, en opinión de los consumidores, los aditivos alimentarios, las grasas trans, las grasas saturadas y los productos transgénicos. En concreto, el 62% de los consumidores dice tratar de evitar los sabores artificiales y los colorantes alimentarios, el 54% los organismos genéticamente modificados, el 53% los endulzantes artificiales, el 42% las grasas saturadas o trans, el 41% el sodio y el 34% el azúcar.
Conscientes de esta circunstancia, algunos hoteles están reajustando su oferta de productos procesados para llegar al corazón de sus clientes. Para algunos analistas, cuanto más alineado esté un hotel con los nuevos vientos que corren por la alimentación, más aceptada será su oferta y mayor satisfacción obtendrán sus huéspedes.
“Aunque los productos cleanlabel o de etiqueta limpia no tienen porqué ser mucho mejores en términos de salud (al menos, en cuanto al contenido calórico o a la cantidad de sal, azúcar y grasa), para los hoteleros representan una nueva forma de acercarse a las nuevas tendencias del consumidor, ya que dejan tras de sí pistas que refuerzan la idea de que no son tan artificiales”, argumenta Miserachs. Un simple dato: en la actualidad, un 58% de los consumidores reclaman productos 100% naturales, según recalca Nielsen.
Como es sabido, cualquier alimento envasado (con independencia de que se presente en forma de caja, lata, bolsa, cartón o botella) tiene que llevar una etiqueta nutricional que enumere su contenido, lo que está provocando que cada vez más consumidores se hayan convertido en expertos en su lectura y que un número creciente de empresas empiecen a evitar ingredientes sin correspondencia con lo que cualquiera de nuestras abuelas y abuelos consideraría un alimento sano.