Se trata de uno de los primeros estudios en España en emplear los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como marco de referencia para evaluar la contribución que las empresas efectúan al desarrollo. Igualmente, y también como aspecto novedoso, el informe indaga en los mecanismos organizativos y en los factores de contexto que generan mayores impactos positivos, tanto para el país receptor de las inversiones como para el país de origen del inversor. Para ello, junto con todo el desarrollo teórico y conceptual, se han analizado una muestra de proyectos de inversión concretos de empresas españolas de diferentes sectores de actividad que han sido financiados por COFIDES.
En su presentación se ha contado con la participación especial de Marisa Poncela, secretaria de Estado de Comercio, que ha destacado que este estudio no se ha limitado a analizar los efectos directos e indirectos de la inversión de las empresas en los países receptores, sino que también ha tenido en cuenta los efectos en la competitividad de las empresas que los llevan a cabo y, al mismo tiempo, en la economía de origen. Además, ha resaltado que este es un ejemplo muy satisfactorio de colaboración entre el sector público y el privado, entre ESADE, COFIDES y el Consejo General de Economistas. Igualmente han intervenido Salvador Marín, presidente de COFIDES; Valentín Pich, presidente del Consejo General de Economistas de España; Enrique Verdeguer, director de ESADE Madrid; y Xavier Mendoza, profesor de ESADE.
Los ODS como marco de referencia
La comunidad internacional ha reconocido que la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) es claramente insuficiente para financiar las metas asociadas a los ODS. De ahí que el sector privado esté llamado a asumir un especial protagonismo en la consecución de los mismos. Piénsese que en el año 2015, los flujos de IED dirigidos a las economías en desarrollo fueron seis veces mayores que el conjunto de la AOD a nivel mundial.
El reto, pues, consiste en que los flujos de IED hacia los países y economías en desarrollo, o al menos una parte significativa, integren la contribución a los ODS como parte integrante de los proyectos empresariales que los originan. A su vez, están surgiendo nuevas modalidades de financiación del desarrollo, derivadas de la cooperación entre los actores públicos y privados, destacando el papel de las instituciones financieras de desarrollo, como COFIDES en España, a la hora de catalizar proyectos de inversión empresarial generadores de efectos positivos en las economías receptoras y en la de origen.
Desde la perspectiva del país receptor, tanto o más importante que el volumen de la inversión extranjera recibida lo es la calidad de la misma. Tal como se destaca en el estudio, la calidad de la IED en términos de desarrollo sostenible, se relaciona con la voluntad de permanencia a largo plazo de la empresa inversora en el país de destino; su interés en establecer vinculaciones o encadenamientos productivos con la economía local, promoviendo la transferencia y diseminación de capacidades tecnológicas y de buenas prácticas de gestión; y el desarrollo de la actividad con criterios de sostenibilidad económica, social y ambiental. De ahí, la importancia de promover que las empresas españolas internacionales adopten enfoques de inversión responsable en todos los casos. Para ello, los ODS se convierten en una auténtica “brújula” al servicio de los directivos de la empresa a la hora de crear “valor compartido” del que se beneficie tanto la empresa como la sociedad.
El profesor Mendoza ha destacado que “tal como hemos visto en los casos de estudio, tanto la gestión de riesgos como las oportunidades asociadas a la integración de los ODS en el planteamiento estratégico de la filial, tienen un alto componente de especificidad y están muy influidos por el sector de actividad de la empresa y por su modelo de negocio”. Por ese motivo, “es clave integrar las responsabilidades en términos de ODS que la empresa se ha planteado asumir, en la gobernanza y en los procesos propios de la actividad empresarial, traduciéndolas en objetivos concretos para todas las funciones”, ha concluido Xavier Mendoza.
Impacto en el país de origen, España
Los proyectos de IED estudiados comportan una serie de efectos positivos en el país de origen, España, como son el impacto en la balanza de pagos a través de la repatriación de dividendos y pago de royalties, o cuando la filial en el extranjero crea demanda de bienes de equipo, intermedios o productos complementarios que se exportan desde el país de origen. También tiene un efecto positivo sobre el empleo como consecuencia del efecto arrastre sobre las exportaciones y el incremento de empleo cualificado en la matriz, consecuencia del aumento de tamaño de la empresa y de las necesidades de coordinación y control. Asimismo, en alguno de los casos analizados se ha producido una “transferencia inversa” de tecnología, ya que cada vez es más frecuente que los receptores de IED aporten igualmente conocimiento hacia los emisores. Por último, la proyección de una imagen positiva de España como país de origen del inversor, es otra de las ventajas de que nuestras empresas internacionales adopten enfoques de inversión responsable.
La relación entre IED y desarrollo sostenible: un modelo conceptual de síntesis
En dicho modelo de síntesis se subraya que los efectos sobre el desarrollo del país se generan en la fase de implementación del proyecto de IED por parte de la filial de la empresa en el país. Además, que dichos efectos se producen en gran medida como consecuencia de la configuración organizativa de la filial y del rol asignado a la filial en el seno de la empresa multinacional. También se destaca que el impacto de la filial sobre el desarrollo sostenible del país se ve amplificado o reducido en función de las políticas de Responsabilidad Social de la Empresa (RSE) aplicadas y de la intensidad y calidad de las interacciones que la filial mantiene con los diferentes grupos de interés, especialmente con las empresas locales y el gobierno. Por último, se remarca la importancia de la dimensión temporal, pues gran parte de los efectos indirectos relativos a los derrames de conocimiento requieren tiempo para materializarse, lo que a su vez presupone la permanencia del inversor, como mínimo, a medio plazo.
El presidente de COFIDES, Salvador Marín, ha indicado que “este estudio refrenda la idea de que las empresas que realizan inversión directa exterior generan variados efectos positivos tanto en el país de destino como en el país de origen: creación de empleo en ambos sentidos, imagen y efecto arrastre, entre otros. Es decir, crecer internacionalmente es una buena idea y una política a apoyar desde diversas esferas. Si a ello añadimos que además de crecer en el exterior, con su innovación, transferencia de tecnología y conocimiento, las empresas contribuyen también al cumplimiento de los ODS, podemos estar satisfechos de participar en la consecución de inversiones responsables. Este es el camino que están tomando actualmente diversas instituciones financieras de desarrollo homólogas a COFIDES en el ámbito internacional, relacionar internacionalización con desarrollo desde el apoyo al sector privado, y precisamente esto es algo que COFIDES viene realizando y liderando desde hace 30 años, por lo que este estudio nos confirma que debemos seguir en esta línea”.
Por su parte, el presidente del Consejo General de Economistas de España, Valentín Pich, ha hecho hincapié en que “resulta fundamental concienciar a las empresas, por un lado, sobre la importancia de la internacionalización, y, por otro, de la necesidad de incrementar su tamaño para poder competir en el exterior”. En este sentido, el presidente del Consejo General ha apuntado que “para favorecer este crecimiento empresarial, lo que sin duda promueve mayores posibilidades de éxito en las labores exportadoras, se ha de prestar especial atención desde la Administración a los posibles efectos negativos que pudieran derivarse de la normativa fiscal, laboral y, en definitiva, mercantil, traducidos en un aumento de las obligaciones para las empresas que superen un determinado volumen de trabajadores o facturación, lo que podría desincentivar este crecimiento”. Pich cree que es necesario “un cambio cultural en nuestro tejido empresarial –compuesto en un 95% por micropymes– que favorezca la creación de empresas de mayor dimensión para competir en los mercados internacionales”.
La empresa internacional, un actor clave para el desarrollo
Existe un amplio consenso académico en que si bien las empresas internacionales, a través de la IED, pueden reportar importantes beneficios directos no obstante su contribución más significativa al desarrollo de un país se produce a través de la transferencia y diseminación de sus capacidades tecnológicas al tejido productivo local. En ese sentido, la IED se ha convertido actualmente en la principal vía de transferencia de tecnología para la mayoría de países y economías en desarrollo, en las que contribuye al incremento del valor añadido de la producción y a aumentar la formación de su capital humano.
Estos procesos de transferencia de tecnología pueden desarrollarse mediante canales de doble vía. En primer lugar, se logra a través de la inversión directa y de la transferencia de tecnología y capacidades de la casa matriz a la filial, incluyendo la implantación del modelo de negocio y prácticas de gestión corporativas, con las adaptaciones requeridas por el contexto local. En segundo lugar, se producen derrames de conocimiento hacia el tejido productivo local como consecuencia de ciertas decisiones y actuaciones de la empresa, por ejemplo cuando la empresa comparte la propiedad de la filial con un socio local, apoya a los proveedores locales para que cumplan con estándares internacionales de calidad, suministrando al mercado local productos tecnológicamente más avanzados o bien desarrollados conjuntamente con algunos de sus clientes locales, o localizando actividades de I+D en el país y colaborando con universidades y centros de investigación locales.
Por otra parte, las adopciones de enfoques de inversión responsable también han proporcionado ventajas tangibles para las empresas, pues han contribuido, por una parte, a facilitar la adaptación de la filial al país y hacer más sostenible el retorno de las inversiones y, por otra, a que las empresas promotoras se diferencien competitivamente y desarrollen nuevas capacidades organizativas que han podido replicar en países similares, potenciando así su crecimiento internacional.