Hoy, son países observadores de la OEA España, Francia o Italia, por ejemplo, naciones con fuertes e históricos lazos con la región. Pero también lo son otros tradicionalmente menos asociados con las Américas, como Azerbaiyán, Benín, Islandia, Letonia, Eslovenia, Sri Lanka y Yemen. Todos ellos, sin embargo, tienen en común haber estrechado los lazos con el continente americano a través de la OEA.
España fue el primer país que en 1972 obtuvo la condición de observador y el primero en crear una representación permanente con un Embajador. Luego, ese mismo año le siguieron Israel, Holanda, Italia, Francia, Alemania y Bélgica. En los siguientes 44 años se han sumado otros 64 países que, con el mismo espíritu, han participado y apoyado la labor de la Organización, logrando ampliar el impacto de su cooperación internacional.
Ganancia de doble vía
Los Observadores Permanentes son socios clave para llevar a cabo la misión de la OEA, brindando apoyo a los programas y conectando las Américas con la comunidad global. A través de su participación en la OEA, los observadores impulsan los esfuerzos de la Organización para fortalecer la democracia, defender los derechos humanos, asegurar un enfoque multidimensional de la seguridad y fomentar el desarrollo integral.
Desde el apoyo a iniciativas de ciberseguridad y registro civil, hasta programas de asistencia en desastres y misiones para la promoción de la paz y la lucha anticorrupción, los observadores han dado un apoyo esencial para alcanzar los principales objetivos planteados por los países miembros de la Organización regional. Es así como entre 2015 y 2016, las contribuciones de los observadores a los programas de la OEA sumaron más de 31 millones de dólares, lo cual demuestra el valor y la confianza que depositan en ella como socios en la búsqueda de soluciones para enfrentar los desafíos más apremiantes no sólo de la región, sino también a nivel global.
Pero la cooperación de la OEA con los Observadores Permanentes va más allá de contribuciones financieras dedicadas a proyectos específicos y áreas prioritarias; también abarca asistencia técnica, becas académicas, oportunidades de formación profesional y el intercambio de mejores prácticas y de experiencias de país a país, visitas de campo y entrenamientos para funcionarios de los Estados miembros, entre otras actividades.
Los frutos de la cooperación OEA-Observadores se evidencian en programas e iniciativas que han tenido resultados concretos y un impacto directo en la vida de millones de habitantes del hemisferio. Ejemplo de esto son:
Por otro lado, el status de observador, permite a países fuera del hemisferio acceder a un foro diplomático multilateral diverso en medio del cual contribuyen al rico diálogo sobre temas internacionales. En un mundo cada vez más interconectado e interdependiente, el trabajo con los observadores permite fomentar y trazar una nueva era de colaboración para la paz, la seguridad y el desarrollo en las Américas.
Cada año, la Asamblea General de la OEA ofrece una plataforma de diálogo entre los países miembros y los países observadores. En el contexto de este encuentro hemisférico las autoridades de los países observadores presentan sus visiones y prioridades de lo que significa para ellos la cooperación con la OEA y de cómo esperan continuar fortaleciendo el trabajo con la Organización.
Al ver crecer año a año el interés de naciones físicamente lejanas por acercarse a la región de las Américas mediante un socio como la OEA, se hace evidente que los lazos de cooperación que unen al hemisferio con el resto del mundo son precisamente aquellos en los que la OEA ha puesto su esfuerzo: promover el desarrollo, la paz, la prosperidad y la igualdad de derechos para todos. El voto de confianza que 72 naciones han depositado en el trabajo de la Organización trae consigo un compromiso muy alto, uno que es entendido y valorado más allá de lo que hoy conocemos como las fronteras marcadas por el Pacifico y el Atlántico y que da un renovado sentido a la palabra “asociación”.