Motor

Ford Mustang GT Fastback 5.0 V8

La leyenda del modelo más icónico de la marca, continúa

Mariano García Viana | Jueves 01 de febrero de 2018
En 1964 y con el fin de contrarrestar sobre todo el éxito de su competidor más directo el Chevrolet Camaro, Ford lanzó un nuevo modelo deportivo, más ligero, más económico y más manejable, el Mustang, que no solo tuvo una sorprendente acogida en el mercado americano, superando las previsiones de ventas el primer año de 100.000 unidades a más de 400.000, sino que creó una nueva generación de compactos deportivos, los “pony car”.

Después de aquella primera generación que acabó en 1974 con el nacimiento de la segunda y como consecuencia de la primera crisis del petróleo, los Mustang perdieron su exclusiva personalidad y pasaron a ser simplemente “aprendices” de deportivos y no fue hasta casi el siglo XXI cuando comenzaron a recuperarla. Ahora esta última generación lanzada en 2015 y mejorada año a año, vuelve a poner al Mustang, donde un modelo tan legendario merece según hemos podido comprobar directamente. Ahora el deportivo de Ford ha vuelto por sus fueros y ofrece un aspecto que de alguna manera recuerda a las versiones de la primera generación, pero incorporando la más moderna tecnología que la industria del automóvil ofrece y lo que también es importante, a un precio francamente razonable, pues ningún coupé de características parecidas resulta tan atractivo económicamente y por eso no es de extrañar que actualmente sea el líder de ventas de su categoría.

Como decimos el nuevo Mustang muestra un aire clásico dentro de una innegable modernidad y muestra ciertos detalles heredados del modelo primigenio y de la versión “grande” de esa época, el Mach 1, como es el caso de su largo capó motor con abultamiento central. Los faros bixon (próximamente de leds) se sitúan en los extremos del frontal y contienen la luz de día de tres granjas verticales, el resto está ocupado por la gran parrilla negra, como la boca de un animal temible, cuya estructura es de panel de nido de abeja desde prácticamente sus orígenes, Bajo el lugar de la matrícula encontramos una entrada de aire y a cada lado de ella los antiniebla y los intermitentes. Lateralmente se aprecia claramente ese mencionado largo morro y el habitáculo desplazado hacia atrás, con un techo que baja hacia la zona trasera desde casi la parte superior del parabrisas, hasta el pequeño trazo horizontal que forma la parte superior del maletero y el alerón integrado en él y que “cobija” los grupos ópticos traseros formados por triples leds verticales, que vuelven a recordar decididamente a los grupos ópticos de los primeros Mustang, como ocurre también con el logo GT, que situado en el centro en la franja negra entre los pilotos, imita lo que antiguamente era la boca de carga de combustible. La bien resuelta parte trasera se complementa con las salidas de escape a cada lado de paragolpes y bajo él un llamativo difusor contiene las luces antiniebla y la de marcha atrás. Las bonitas llantas de aleación de 19” en la que domina el color negro montan medidas distintas para el tren delantero y el trasero por lo que las aletas traseras son más prominentes. Como detalle curioso (Y al igual que por ejemplo el SEAT Ateca), al abrir las puertas desde los retrovisores se proyecta en el suelo el típico caballo de origen español del logotipo del modelo. Sin ser extravagante y exagerado en su diseño, el Mustang llama la atención allá por donde vaya, ya sea en marcha como aparcado. Respira un poderoso aire deportivo y deja entrever de lo que su motor es capaz de desarrollar, todo un acierto de diseño.

Como es de esperar el interior del Mustang está a la altura del impresionante exterior y si bien también “mezcla” de alguna forma lo clásico con lo actual, está más dominado por la modernidad y por ende la practicidad. Nada más abrir las puertas nos da en la cara el aire de deportividad y exclusividad, algo tiene que es distinto a otros deportivos, aunque haya detalles que coincidan con ellos, como son los magníficos asientos Recaro que nos invitan a ocuparlos. Una vez instalados en ellos el cuerpo se siente gratamente sujeto y podemos observar lo que nos rodea. El largo salpicadero es simétrico en su parte alta, es decir, contiene dos viseras a cada lado de él. La de la izquierda que “protege” al cuadro de mandos y la del lado derecho que lo hace con una placa que recuerda el nacimiento del Mustang en 1964 y la salida de aire de ese lado. El volante nos invita a cogerlo con su aire clásico de tres radios y un centro redondo y ancho y tras él podemos observar el cuadro con dos grandes indicadores analógicos, embutidos al final de un profundo “túnel” protector, uno para el cuentarrevoluciones y otro para el velocímetro, complementados por los indicadores del nivel de combustible y de la temperatura del refrigerante. Ambos relojes están separados por una pantalla que ofrece abundante información y fácil de interpretar.

De la parte baja del salpicadero nace la consola que contiene la pantalla táctil multifunción de 8 pulgadas y bajo ella los mandos del climatizador, los auxiliares de éste y más abajo en forma de llaves, como en el Mini, otros mandos con diversas funciones y el botón de arranque que nos invita a accionarlo, pero antes digamos que la corta palanca de cambios es suave de accionar y con recorridos cortos y precisos. Junto a ella un toque clásico, la demasiado grande palanca de freno de mano mecánico. Desde la mencionada pantalla se pueden manejar el navegador, el bluetooth, el sistema SYNC 3 con control de voz, el APPLink, Apple CarPlay o Android Auto…….o sea que el Mustang como buen coche moderno esta perfectamente conectado y ofrece también su buena dosis de infoentretenimiento. El asiento trasero resulta algo angosto y si bien admite a dos personas, si son algo voluminosas mejor que no hagan viajes largos. El maletero de 408 litros de capacidad es muy aprovechable por su limpia configuración, aunque su acceso resulta un tanto estrecho porque los pilotos ocupan parte del acceso y además encontramos a la derecha un subwoofer de nada menos que 8 pulgadas, lo que deja intuir, como así es, que contamos con un equipo de sonido de primera fila. El respaldo de este asiento trasero se puede abatir en dos mitades con lo que se puede aumentar la capacidad de carga.

Después de este repaso a lo que más o menos nos rodea desde el asiento del conductor, llega el momento más esperado, apretar el botón con la aureola roja y que dice “Engine Star&Stop”. Al hacerlo una corta aceleración de puesta en marcha y luego un ronroneo embriagador nos envuelve. El V8 ha despertado. Lo primero que apreciamos es su equilibrado funcionamiento, sin que se aprecie la más mínima vibración al ralentí. El sonido del escape es más discreto que en los Mustang V8 de la primera serie, pero no deja lugar a dudas de que “lo que suena” es un 8 cilindros y más si le aceleramos un poco en punto muerto. Sin turbo, ni ningún tipo de sobrealimentación, el motor de esta versión es atmosférico, pero sin embargo, ello no quiere decir que no sea un motor moderno y actual, pues incorpora un sinfín de elementos de última tecnología que se emplean en las válvulas, cigüeñal, colectores, culata, etc. Con todo ello se consigue que su rendimiento sea excepcional y ofrezca un par de nada menos que 530 Nm a 4.250 r.p.m., con lo que no es de extrañar que la velocidad máxima sea de 250 km/h y la aceleración de 0 a 100 km/h de……¡4,8 segundos! Un auténtico bólido.

Para dar un mayor “sabor” americano al modelo incorpora algunos elementos típicos de aquel mercado en modelos de altas prestaciones, como es el caso del Paquete de Rendimiento, mediante el cuál se mejoran los frenos y la refrigeración a altas velocidades. También se puede equipar con el Sistema de Control de Arrancada, mediante el cuál se mantiene el motor a un valor predeterminado entre 3.000 y 4.500 rpm con el acelerador a tope. Cuando se libera el embrague, el envío de par a las ruedas traseras se controla para poder consolidar una máxima motricidad. Igualmente un sistema de cierre de línea electrónico, acciona solo los frenos delanteros, permitiendo a los conductores hacer patinar los neumáticos traseros. En fin, sofisticaciones del otro lado del Atlántico. En la unidad de prueba se montaba una excelente caja de cambios manual de seis velocidades diseñada por el especialista Getrag, que permite rápidas inserciones, gracias al perfecto guiado y cortos recorridos de la palanca, y que se adapta con un diferencial autoblocante mecánico en el tren trasero.

El Ford Mustang utiliza una suspensión trasera y delantera completamente independiente, con McPherson delante y multibrazo atrás, que optimiza la comodidad de conducción y el agarre. La estructura del chasis es un 28 por ciento más rígida que la generación anterior del Mustang. Los materiales ligeros utilizados incluyen el aluminio, empleado en el capó y los laterales delanteros, la suspensión, la transmisión y los frenos. Los aceros de alta resistencia, la soldadura laser y las técnicas de hidroformado contribuyen a que el chasis sea más rígido, lo que conlleva una experiencia mejorada de conducción y una mayor seguridad. Cierto es que el Mustang es un coche con cierta envergadura y un peso respetable, pero además de en autopistas y carreteras despejadas donde se pueden mantener medias altas con completa seguridad, en zonas viradas y con sucesivas curvas se comporta también con cierta soltura, aunque haya que “trabajarle” más que a otros modelos más ligeros y pequeños con potencia similar. Manejar la precisa caja de cambios, reducir y aumentar las relaciones no presenta la más mínima complicación y así podemos mantener el ritmo de revoluciones que nos interese para afrontar curvas y curvas, con la aceleración y por ende con el sonido, más agradable y excitante que podemos encontrar.

El equipo de frenos Brembo, con discos ventilados en ambos ejes y con pinzas de 6 pistones en el delantero, aseguran una eficacia de primer orden como así es y con ausencia de síntomas de fatiga aunque se les utilice con profusión. En definitiva un deportivo típicamente americano, pero menos que sus antecesores, ya que se le nota una práctica influencia europea, que le hacen más asequible a un tipo de conductor más “estándar”, aunque para sacarle el verdadero jugo de su elevada potencia y su extraordinaria aceleración, haya que ponerse el sobrero tejano por lo menos.


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