Por otra parte, el despacho apunta que tan solo un 7,4% de las más de un millón de empresas familiares que hay en España están dirigidas por un miembro perteneciente a la tercera generación, frente al 44,2% de las capitaneadas por un miembro de la segunda. Y ese descenso del porcentaje significa que los intereses de la empresa comienzan a anteponerse a los de la familia en el tránsito de la segunda a la tercera generación.
Life Abogados explica que esta brecha entre la segunda y la tercera generación se debe a los problemas derivados de una mala planificación en las sucesiones y a una falta de profesionalización por parte de miembros de la familia en la tercera generación, lo que lleva a un buen número de empresas a apostar por gestores externos.
Según el socio de Life Abogados, Juan Sánchez Corzo, “las empresas tienen que ser capaces de anteponer los intereses de la compañía a los familiares, pero sin dejar de lado su visión, sus valores y su cultura. Por ello, las empresas familiares tienen que perder el miedo a la profesionalización y aceptar que la compañía la dirija un profesional ajeno al árbol genealógico si ningún miembro de la familia está debidamente cualificado para asumir el cargo”.