El estado ha contribuido a la transformación de China en un gigante tecnológico ofreciendo una financiación muy agresiva de la innovación. La inversión en I+D (considerada un porcentaje del PIB chino) ha aumentado considerablemente desde una cifra inferior al 1% antes del año 2000 hasta el 2% en 2015, y las previsiones apuntan a un 2,5 en 2020. La aportación China al gasto mundial en I+D, según los últimos datos, colocan al país oriental por delante de Japón y de Alemania, y no muy por detrás de Estados Unidos, situado a la cabeza.
Las matriculaciones en doctorados relacionados con las ciencias e ingeniería han aumentado de manera exponencial en el país en los últimos años. Para reforzar este crecimiento, el Gobierno lanzó varios programas dirigidos exclusivamente a fomentar el talento científico.
El esfuerzo innovador en China es palpable, y se ha traducido en un aumento del gasto anual cercano al 15% en la última década. El Gobierno chino quiere posicionar al país como uno de los líderes tecnológicos a nivel mundial, y por ello ha creado un ambicioso plan que pretende abarcar todos los sectores relacionados con la inteligencia artificial. Lo cierto es que este plan tendrá como base inicial el desarrollo y perfeccionamiento de toda la tecnología del país en general. El objetivo final pretende conseguir que todos los sistemas estén controlados por la inteligencia artificial, desde los industriales aplicados a diferentes sectores hasta los dispositivos relacionados con el día a día.
Desde SedeenChina aseguran que “una de las metas que persigue el Gobierno chino es convertir todas sus ciudades en inteligentes y poco a poco va comenzando la transformación con el desarrollo de 500 centros urbanos controlados por la tecnología”.
Resulta evidente que el avance del gigante asiático es imparable y todas sus apuestas tecnológicas, respaldadas por una importante inversión, están generando una sensación de miedo para aquellos países que ven como pueden sufrir las consecuencias.