Por responsabilidad. Es verdad que las personas ególatras pueden pensar que, como ya no están para ver lo que ocurre, todo les da igual. Y es cierto que no van a enterarse del desastre que ocasiona una muerte en la familia, los gastos extraordinarios a los que hay que hacer frente, la merma de ingresos a veces insuperable, el cambio de vida, los estudios truncados, la ruina de un negocio, la pérdida de propiedades etc. Las personas responsables deben tener previsto qué ocurriría si faltaran. ¿Podrían sus seres queridos continuar viviendo como antes?
Por generosidad. El seguro de vida, al contrario que el del coche, no es para proteger a quien lo disfruta, sino para beneficiar a las personas que importan al tomador del seguro. Si el proveedor, principal o no, de los ingresos del hogar falta, con un seguro de vida los beneficiarios podrían hacer frente a los pagos pendientes, como la hipoteca, si fuera el caso, o los plazos del coche y otros compromisos adquiridos.
Por egoísmo. Los seguros de vida son para los demás, pero también deben hacerse pensando en uno mismo. Es importante contratar coberturas amplias de invalidez y enfermedad. De este modo, si le ocurre algo al tomador del seguro, la compañía podrá entregarle una cantidad en un único pago o mensualmente, según lo acordado, para que pueda hacer frente a su manutención y pagar los gastos por su cuidado en los supuestos de invalidez o enfermedades graves. La Seguridad Social tiene prestaciones para estos supuestos, pero resultan claramente insuficientes, y mucho más para los autónomos que se ven obligados a cotizar por la mínima cantidad mensual.
Por tranquilidad. No se trata de morirse tranquilo, sino de vivir tranquilo sabiendo que, en caso de desgracia, las necesidades de la pareja, los hijos, los padres o quienes se quieren podrían estar cubiertas, al menos durante los primeros años, que son los más duros tras la muerte de un ser querido. Los gastos de un funeral, el pago de deudas e impuestos pueden arruinar a cualquiera que no cuente con unos sólidos ahorros y unos abundantes ingresos.
Porque preserva el patrimonio familiar. Cuando una persona muere, hay que pagar por heredar su parte. Dependiendo de la comunidad autónoma en la que se resida, de la cantidad heredada y del grado de parentesco con el fallecido, los herederos tendrán que hacer frente a un impuesto de sucesiones mayor o menor, pero en todo caso tendrán que pagar. Esto significa que en si una pareja con hijos uno de los dos muere, el otro hereda su parte y, por tanto, debe pagar a Hacienda. Mucha gente no puede hacer frente a estos pagos y se ve obligada a malvivir o, lo que es peor, a renunciar a la herencia y abandonar la casa. Un seguro de vida puede proteger las propiedades familiares.
Porque es inembargable. El seguro puede tener más ventajas para los herederos que una herencia en metálico. Hay gente que no deja más que deudas cuando muere. Si los acreedores quieren cobrar lo que les corresponde, puede que dejen sin nada a los herederos. Sin embargo, un seguro de vida es inembargable, nadie más que los beneficiarios pueden cobrarlo, nadie puede quitárselo. El seguro de vida también es independiente de las prestaciones de la Seguridad Social a las que los herederos tengan derecho.
Porque desgrava. No todos los seguros de vida desgravan, salvo que estén ligados a un plan de ahorro o a la hipoteca, pero en estos casos sí causan deducciones en la declaración de la renta. También, tener un seguro de vida riesgo, es decir, un seguro de vida convencional desgrava a los autónomos.
Por amor. El seguro de vida se contrata a menudo por amor al prójimo, porque el tomador desea proteger a quienes más quiere, y también por amor a sí mismo. Pero, además, el beneficiario de un seguro de vida puede ser realmente quien designe el tomador: una amiga, un amante o una ONG. Los beneficiarios de un seguro de vida no tienen por qué ser los herederos.
Porque es barato. Sorprendentemente barato para lo que ofrece. En la web elmejorsegurodevida.es afirman que "un seguro de vida puede costar al año lo mismo que salir a cenar con la familia una noche". Sus clientes suelen sorprenderse cuando obtienen el precio en el tarificador y llaman para preguntar si es correcto. Es el seguro más barato, aunque también es verdad que no todas las pólizas son iguales ni con las mismas coberturas. Lo mejor es no guiarse solo por el importe, sino pedir asesoramiento a un corredor de seguros experto que oriente sobre qué compañía es mejor según las necesidades del tomador, su edad, su riesgo, el capital que necesita etc.
Porque las desgracias existen. Da igual la edad que se tenga y que el estado de salud parezca óptimo; no importa el estilo de vida ni los cuidados personales. Nadie está a salvo de tener un accidente de coche, de sufrir un infarto, de padecer un cáncer etc. Cada día se conocen situaciones así, y no siempre les van a ocurrir a los demás. Por eso hay que ser previsores, contratar un seguro de vida y no dejar el futuro de quienes más se quiere en manos del azar.