El día será recordado como el día en el que los ciudadanos españoles se enfrentaron a varias evidencias en relación a la administración de Justicia de nuestro país.
En primer lugar, ha quedado claro que las decisiones judiciales no responden a un criterio inapelable, sino que son sujeto de opiniones y de votaciones. Es decir, que la verdad jurídica no es inmutable y ajena a las pasiones humanas; por el contrario, es objeto de opinión y, en definitiva, se establece por una relación de mayorías y minorías. Relación que puede cambiar con el tiempo. Es decir, que la verdad jurídica sobre un mismo caso, es mutable.
En segundo lugar, también ha quedado evidente que la verdad jurídica no es autónoma, sino que está condicionada por otras realidades y que la oportunidad económica o política determinan en cada momento cual es esa verdad jurídica.
En tercer lugar, aunque lo sospechaban, ya no tienen ninguna duda de que hay una relación directa entre el poder, ya sea económico o político, y la configuración de esta verdad jurídica. Amoldándose ésta a los intereses del poderoso.
Estas evidencias puede que ya fueran conocidas por los profesionales jurídicos y que para ellos no supongan ninguna novedad, pero el común de los ciudadanos manteníamos todavía la confianza en que la independencia de la justicia era un valor de nuestra democracia. Hoy ya sabemos que no.
Han tomado la peor de las decisiones, no para los clientes de los bancos, que en todo caso se han jugado en este tema unos pocos miles de euros cada uno, sino la peor para el prestigio de la Justicia. Ahora los ciudadanos españoles ya sabemos que, como en el gag de los Monty Python, bajo las togas de los magistrados se esconden todas las vergüenzas humanas.
Los consumidores tenemos todavía algunas armas que jugar. El poder judicial está muy dividido y si insistimos, acabaremos encontrando las grietas para conseguir nuestro propósito. Habrá, tarde o temprano, un caso que llegará a Europa y el Tribunal de Justicia de la Unión intervendrá en el asunto.
Nosotros no tenemos recursos suficientes para pagarles a los jueces del Supremo charlas, conferencias, seminarios, etc., pero, hay una cosa que sí tenemos todavía: nuestro voto. A pesar de todo, los clientes de los bancos somos más que sus accionistas y nuestro voto todavía vale lo mismo. Es el momento de mirar al Parlamento y exigir a nuestros representantes que legislen para dejarles claro a los jueces que, según dice la Constitución, la soberanía reside en el pueblo.
Fuente: ASGECO