Estas reformas económicas han afectado al crecimiento del PIB indio, que descendió a un 6,5 % en 2017, su nivel más bajo desde 2012. Retrospectivamente, si bien la desmonetización y la introducción del GST fueron las decisiones adecuadas a medio plazo, a corto plazo su implementación precipitada generó incertidumbres. Por su parte, el endurecimiento de la liquidez y los problemas de corrupción siguen afectando a la economía india, y los inversores locales y extranjeros sufren las consecuencias, así como la trayectoria del presidente Modi. El Partido Bharatiya Janata (BJP) ha sufrido varios reveses en 2018. Aunque aún gobierna en 18 de los 29 estados indios, ha perdido escaños en las elecciones legislativas de 2018 (Vidhan Sabha), lo que no es un buen augurio de cara a las elecciones de 2019.
Compromisos ideológicos y económicos
En el supuesto caso de que Narendra Modi obtenga los votos suficientes como para alcanzar la mayoría relativa, el 17º Lok Sabha (Parlamento) estará, probablemente, fragmentado. El Primer Ministro se verá entonces obligado a asumir ciertos compromisos ideológicos y económicos, mientras que la fragmentación del parlamento podría ralentizar el proceso de reforma del país. El nuevo gobierno deberá concentrar sus esfuerzos en sanear la banca e impulsar el mercado laboral para absorber a la creciente población activa. En 2018, se perdieron once millones de puestos de trabajo, 83% de los cuales en las zonas rurales, a pesar de la promesa del presidente Modi de facilitar el crecimiento inclusivo. La integración de la población activa en India requeriría una tasa de crecimiento superior al 8%. Será muy difícil conseguir todo esto y a la vez promover la estabilidad macroeconómica, en un contexto de crecientes antagonismos políticos.
“En 2018, el crecimiento de la producción industrial alcanzó una media del 5,1% interanual. Es una evolución respecto al crecimiento anémico de 3,5% registrado en 2017, pero, no obstante, está muy lejos del crecimiento potencial de India y muy por debajo del de sus pares en la región, como es el caso de China”, explica Carlos Casanova, economista de Coface para la Región Asia-Pacífico. “India necesita de las IED para alcanzar un nivel adecuado de sus infraestructuras básicas. Las restricciones del suministro siguen frenando las inversiones indias en infraestructura, que pueden tener un impacto multiplicador enorme sobre la actividad económica a largo plazo, lo que, a su vez, facilitaría la entrada de capitales en el sector manufacturero”, agrega Casanova.