La Asamblea General de las Naciones Unidas en 1979 decidió que se organizara anualmente, en todos los países, una semana de solidaridad con los pueblos que luchan contra el racismo y la discriminación racial. Según la ONU “El racismo socava la paz, la seguridad, la justicia y el progreso social”.
Muchas personas son víctimas de racismo en España. Algunos son inmigrantes con una vida estable, que llevan años viviendo en España, tienen trabajo y sus hijos han nacido en este país y, por lástima, todavía suelen ser estereotipados por sus rasgos o conductas. Esto hace que se genere un sentimiento negativo hacia los extranjeros.
“No ha habido ningún estudio que haya encontrado diferencias de inteligencia entre razas o subespecies”, según Salvador Macip, médico, investigador y escritor español.
La discriminación nunca es un hecho espontáneo; detrás del acto discriminatorio funciona un conjunto de creencias y opiniones que se han formado.
Hace unos años una amiga africana me comentó las situaciones de discriminación que vivía en el colegio de sus niños cuando asistía a las reuniones de padres. Le comenté que sería de gran ayuda pensar que el verdadero Amor no excluye a nadie por diferencias raciales o étnicas, porque no puede ver ningún tipo de imperfección al existir unidad en toda la creación del Amor. Ese Amor no hace acepción de personas. Reconocer que cada uno está excluido de creencias de la discriminación es lo que elimina la muralla mental que discrimina. Ella mantuvo en su pensamiento estas verdades sanadoras y después de un tiempo pudo comprobar cómo se restableció la armonía en esas reuniones y en relación a su hijo.
En referencia a los derechos otorgados por el Amor divino a todos, la metafísica cristiana Mary Baker Eddy escribió: “La justicia y la verdad hacen libre al hombre, la injusticia y el error lo esclavizan”.
El derecho a la libertad es inherente a todas las personas.
Ver la unidad en la diversidad es la verdadera espiritualidad, es lo que enriquece y beneficia a todos, un don que se valora y se acoge para el bien común. Descubrir la naturaleza espiritual concerniente a cada uno es lo que disuelve los sentimientos tanto de superioridad como de inferioridad.
Crear un entorno diverso requiere un esfuerzo consciente para desafiar las formas tradicionales de pensamiento.
Bajo un punto de vista espiritual, no hay ninguna diferencia entre un hombre de piel más clara y otro de piel más oscura, entre un europeo y un latino.
No hay origen racial cuando se comprende la verdadera esencia del ser y se reconoce el Principio divino presente en todos. No existen diferencias para el Amor que lo abarca todo y cuando se entiende eso, es posible amar incondicionalmente, sin dejarse influenciar por cualquier tipo de racismo y discriminación.
Amar a la raza humana con el fin de elevarla es el paso hacia el progreso moral y espiritual de la humanidad. Es un trabajo de todos.