En el caso de España, se revisan al alza las previsiones de crecimiento para este año, del 2,3% al 2,4%, y en dos décimas las de 2020, del 1,9% al 2,1%. Se espera que la economía española siga creciendo más que la eurozona, aunque advierte de que la expansión fiscal, como el recurso al ahorro y a la renta, encontrarán sus límites en 2020. En este sentido, el Servicio de Estudios señala que el déficit primario actual parece insostenible cuando el gasto público, por ejemplo, ha sido uno de los motores del crecimiento en el primer trimestre del año (2,4%). Es por ello que detectan indicios, como el enfriamiento de las exportaciones, de que la actividad en los siguientes trimestres se ralentizará.
Para la eurozona, el Servicio de Estudios también cree que el segundo trimestre no será tan fuerte como el primero, cuando el PIB creció el 1,2%. Sin embargo, se mejoran las perspectivas para este año en una décima, hasta el 1,3%, lo mismo que para 2020, hasta el 1,5%, anticipando el efecto positivo de las medidas de estímulo del Banco Central Europeo (BCE), a lo que se suma la buena situación del empleo (7,6% en abril) y el crecimiento de los salarios reales (cerca del 2%).
Riesgos en el horizonte
Entre los principales riesgos globales, el Servicio de Estudios mantiene a la gobernanza de la Eurozona, con las situaciones en Italia, Grecia y Reino Unido en el foco de las mayores vulnerabilidades. A su vez, se destaca en el informe el riesgo derivado de la política económica en Estados Unidos; el ajuste macroeconómico y financiero en China; el elevado nivel de apalancamiento global; y el riesgo asociado a la geopolítica, tras la elevación del tono de la administración Trump, tanto por las imposiciones en materia migratoria en América Latina como por la presión comercial hacia diferentes países de la eurozona o, de forma más enérgica, hacia China con una nueva escalada arancelaria.
Giro de política monetaria
En el segundo trimestre, destaca el nuevo tono adoptado por los bancos centrales a uno y otro lado del Atlántico. El BCE anunció el 6 de junio que los tipos de interés se mantendrán sin cambios hasta la primera mitad del 2020, posponiendo un año la normalización. De hecho, el mercado aún considera que hay margen adicional para bajar los tipos (de depósito) e incentivar aún más la generación de liquidez. En este sentido, el Servicio de Estudios advierte que, con esta postura, el BCE podría pecar de ser demasiado punitivo sobre el margen de intermediación de la banca, al tiempo que no puede olvidarse que la estabilidad del balance del sistema financiero se ve ante el reto que suponen los bajos tipos de la deuda de largo plazo.
También la Reserva Federal (Fed) se sumó a ese viraje de la política monetaria. Así, se ha pasado de esperar un incremento en el tipo de refinanciación de EEUU hasta el 3% en 2019 a considerarse un abaratamiento del precio de dinero de 25 puntos básicos este año y al menos otro más en el primer trimestre de 2020.
Este nuevo signo de la política monetaria ha tenido un impacto importante sobre las monedas emergentes permitiéndoles una mayor estabilidad pese a deterioros de la cuenta corriente. Además, no solo ha bajado la presión sobre las divisas, sino que se ha ganado margen para ajustar de manera consistente el manejo de tipos de interés oficiales por parte de sus bancos centrales.
Puedes consultar la versión completa del informe aquí.