Que cada persona recibiera una compensación económica por los datos que produjera sería, según el investigador de IMDEA Networks, “una alternativa a la recepción de un salario por la mano de obra cuando en el futuro la mayor parte del trabajo sea realizado por máquinas”. Algunos análisis han concluido, dice también Laoutaris en su artículo, “que una familia de cuatro personas podría ganar hasta 20.000 dólares (unos 18.000 euros) anuales por sus datos”.
El investigador de IMDEA Networks destaca que este sistema tendría grandes beneficios para la protección de la privacidad. Dado que la recolección de datos es en la actualidad gratuita, las compañías recogen todos los que están a su alcance sin discriminación y sin saber si les serán útiles o no. Si tuvieran que pagar por ellos, afirma Nikolaos Laoutaris, sí existiría discriminación ya que solo recopilarían aquellos que fueran a ser aprovechados: “el pago por los datos –explica el investigador– ejerce una presión económica sobre las compañías para que apliquen el principio de minimización”.
No solo eso, la obligación de remuneración a cambio de los datos provocaría la desaparición de las compañías “parásitas” que en la actualidad recopilan listas de cualquier cosa, “desde presuntos alcohólicos hasta personas con VIH positivo”. Servicios estos que provocan, también según el investigador, “enormes riesgos para la privacidad”. “Proporcionar compensación económica por los datos permitirá a las compañías de internet adquirir datos de mayor calidad. Esos datos mejores aumentarían sus ingresos porque permitirían ofrecer una mayor utilidad para sus usuarios”. La idea de pagar por los datos ya ha captado el interés de algunos de los líderes de este sector como Elon Musk, Mark Zuckerberg y Bill Gates.
El investigador reconoce en su artículo que la transición de la actual economía a un sistema en el que el pago por los datos fuera no solo obligatorio sino el motor económico primordial no es sencillo pero, según afirma, es posible: “Sentar las bases de esta nueva económica y lidiar con los desafíos de escalabilidad en el cálculo de los pagos es solo la punta del iceberg en el camino para hacer realidad una economía de datos centrada en el ser humano”. Pero en la opinión de Laoutaris, se trata de una opción factible y propone un modelo para su despegue: “Se necesita un pequeño ejemplo de visionarios conscientes de los beneficios del nuevo enfoque (moderación de las disputas entre privacidad y utilidad, animar a los usuarios a compartir más datos, etc…) que lo usen como elemento diferenciador frente a sus competidores. Si tienen éxito, habrá más empresas que adopten esta práctica y, finalmente, se convertirá en un sistema común”.