El riesgo de nuestra economía es que es muy dependiente del sector servicios, en el que el turismo tiene un peso fundamental. A ello hay que sumarle la paralización de la construcción, así como del comercio exterior –que el pasado año representó un tercio del PIB–, y la caída de la inversión –tanto nacional como extranjera–, lo que nos conduce a un escenario de incertidumbre, cuyas consecuencias dependerán del tiempo que se tarde en controlar la pandemia y, por tanto, que se pueda reactivar la actividad económica.
El empleo se está viendo afectado muy negativamente por la situación debido al cese de actividad de muchas empresas, en muchos casos pymes y autónomos, y con mayor incidencia en el sector servicios (206.016 nuevos inscritos en el SEPE en marzo, fundamentalmente por la hostelería y el comercio), y en la construcción (59.551 nuevos desempleados), efecto que, sin duda, se agudizará en los próximos meses.
El Gobierno está adoptando medidas para mantener cierto nivel de consumo y para que el efecto de esta crisis sea temporal, como, por ejemplo, facilitando los ERTES o estableciendo moratorias en los pagos de las cotizaciones sociales, con la esperanza que este paro temporal no se convierta en definitivo.
A esto le acompaña la alta volatilidad de los mercados de capitales. Como ejemplo, el Ibex, que desde el 19 de febrero al 31 de marzo ha bajado de los 10.083 puntos a los 6.785.
Por último, es importante que se mantenga controlada la prima de riesgo (El BCE está ayudando a ello), dado el aumento del déficit y deuda, y la necesidad de que se sigan financiando a tipos muy bajos.
Observatorio Financiero del Consejo General de Economistas.