Parece que hay diversas iniciativas técnicamente correctas en respuesta a las implicaciones de la epidemia que tratamos de neutralizar. Solamente una de ellas ha recibido la crítica del Consejo General de la Abogacía, más la feroz reacción del Colegio de Abogados que me es más próximo, el de Málaga, del que formo parte como colegiado 777.
Se trata del artículo 1del Real Decreto-Ley, que habilita “para todas las actuaciones judiciales” los días comprendidos entre el 11 y el 31 de agosto de 2020. La polémica la sirve su segundo párrafo pues, para hacer efectiva dicha habilitación, ordena al Consejo General del Poder Judicial, a la Fiscalía General del Estado, al Ministerio de Justicia y a las Comunidades Autónomas con competencias en materia de Justicia que adopten las medidas de coordinación en la distribución de las vacaciones de los funcionarios de su competencia, de manera que se garantice la realización de las actuaciones judiciales en el periodo habilitado del mes deagosto.
¿Pensaba alguien que, tras el largo periodo de confinamiento, la destrucción de nuestra economía y sus efectos dramáticos en millones de españoles sería este un año más?
Creo que muchos de mis compañeros de profesión que se habían planteado la posibilidad de que agosto fuese completamente hábil.
Ciertamente, la propuesta del Consejo General de la Abogacía Española de concentrar las vacaciones de todos los jueces, fiscales, y funcionarios en agosto, a fin de poder empezar el mes de septiembre a pleno rendimiento, es razonable. Todos sabemos que tanto en julio como septiembre los juzgados no funcionan con toda su capacidad, pues muchos funcionarios toman vacaciones en esosmeses.
Aun así, ¿es moralmente defendible que toda una rama completa de la actividad funcionarial y profesional de nuestro país “eche el cierre” durante un mes entero, “con la que está cayendo”?
He tenido ocasión de leer varios comentarios y de hablar con algunos compañeros. Creo que sus argumentos o bien parten de presupuestos inexactos, son derrotistas o tratan de anteponer a esta decisión inmediata de habilitación una imprescindible reforma de todo el sistema, obviamente irrealizable de inmediato.Así:
Bien, todo esto es cierto. Ahora pensemos en los millones de españoles que sufren con más rigor esta pandemia: los trabajadores sujetos a ERTES, los autónomos que tienen cerrado su negocio y que anhelan abrirlo cuanto antes, quienes viven, por ejemplo, de la venta ambulante, de las ferias, de los espectáculos públicos…Tantos y tantos compatriotas. Yo no sabría cómo explicarles que soy abogado y que protesto porque me dicen que debería trabajar para mis clientes durante el mes de agosto.
Menos aún podría explicarles que mi Colegio de Abogados, su Junta de Gobierno, ha decidido proponer la convocatoria de una huelga para que los abogados no acudan a trabajar en agosto.
Llueve sobre mojado. El pasado 16 de marzo, el Decano de mi Colegio, con el apoyo de la Junta de Gobierno, decidió “dar las instrucciones pertinentes para que se retiren los abogados de todos los turnos de servicios de guardia de la provincia, dado que no se están cumpliendo las condiciones mínimas para que los letrados puedan desarrollar su labor con seguridad en el marco de la crisis por el coronavirus”. El Decano no recomendaba o aconsejaba; tampoco facilitaba medidas de seguridad a los colegiados. Solamente ordenaba, imperando sobre sus compañeros como si fuesen súbditos. Al día siguiente revocó “la orden”, pues fue advertido por jueces de Marbella
de que podría incurrir en delito de desobediencia.
Ahora, él y su fiel Junta de Gobierno, mediante acuerdo de 30 de abril, han tomado las siguientes decisiones:
Es decir, el Colegio de Abogados de Málaga comete el desatino de instar a nuestros representantes andaluz y nacional a que infrinjan la Ley.
Además, para ofensa y desdoro de la Presidenta de la Audiencia Provincial y del Juez Decano, acuerda exigirles el cumplimiento de todas medidas de seguridad ya previstas y de otras obligaciones legales, con lo que establece la presunción de que no estarían dispuestos acumplirlas.
Una nueva expresión del populismo, que no solamente infecta la política, sino también corporaciones de derecho público como mi querido Colegio de Abogados de Málaga. Desde mi irrelevante sitio como ciudadano y como uno de los miles de abogados de nuestra provincia denunciaré el populismo, que se ha querido vestir de valentía. Yo creo que es osadía: una actitud montaraz y demagógica que no puede representar dignamente a los abogados malagueños.