De hecho, ya contamos con pruebas que demuestran que las empresas mejor gestionadas suelen obtener una buena puntuación en los criterios ESG, y, además superan al mercado a largo plazo. Hemos visto que los índices que integran criterios ESG, como los índices MSCI SRI global y ACWI, superan a sus homólogos tradicionales en un 10% en los últimos tres y cinco años.
La evidencia sugiere que las amenazas ambientales están en el centrode esta pandemia. La pérdida de biodiversidad y la degradación de los hábitats naturales están contribuyendo al aumento de enfermedades de origen animal, como el COVID-19, que saltan la barrera entre animales y humanos. Estos mismos factores son también claves para el cambio climático, una amenaza real de gran alcance que exige medidas urgentes.
Sin embargo, la pandemia también ha arrojado luz sobre temas igualmente cruciales relacionados con el impacto social y la gobernanza. La importancia del capital humano en algunos de nuestros sectores económicos más críticos, como la salud, la alimentación y la venta al por menor, se ha hecho patente, al igual que la buena conducta corporativa. En estas circunstancias, cabría preguntarse, ¿cuán eficaces son los planes de emergencia y continuidad de la actividad de una empresa cuando surgen problemas como el Covid-19?; ¿Cuán rigurosos son sus procesos y cuán motivados están sus empleados para apoyar a la empresa en tiempos difíciles? ¿Puede la empresa proteger los mercados existentes y orientarse hacia nuevas prioridades y oportunidades?
Durante décadas, los inversores en sostenibilidad han tenido en su radar estas cuestiones: Ahora están en el radar de todo el mundo y crecerán aún más en importancia después de la crisis.
La situación actual debería provocar un cambio significativo y probablemente exigirá alteraciones en la forma en que enfocamos la integración de los datos ESG en nuestras estrategias de sostenibilidad. El reciente enfoque en los factores ambientales podría, al menos a corto plazo, tener que dar paso a un mayor foco en los factores sociales, pero a largo plazo, es muy posible que veamos una ponderación más equitativa entre el E, S y G.
Lo que es indudable es que, sin una sociedad sana y un medio ambiente saludable, el crecimiento económico será bajo y las oportunidades limitadas. La crisis del COVID-19 también ha contribuido a arrojar luz sobre el propósito social de la gestión de activos, no sólo para salvaguardar y hacer crecer los activos de nuestros clientes, sino para representarlos enérgicamente para que las empresas en las que invertimos sean más responsables, estén mejor gestionadas y tengan más éxito. Ese es el poder del compromiso que estamos viendo hoy en día y que encaja muy bien con el propósito a largo plazo de las empresas: contribuir al mundo de manera significativa.