En primer lugar, se puede esperar que los bancos centrales de todo el mundo sigan expandiendo la cantidad de dinero. Se considera en general que es una "buena política" imprimir cantidades cada vez mayores de dinero nuevo como reacción al colapso económico causado por el bloqueo dictado políticamente. Es muy probable que el aumento de la oferta de dinero haga subir los precios, ya sea los precios al consumidor o los precios de los activos o una combinación de ambos.
En segundo lugar, los responsables de la política monetaria empujan los tipos de interés del mercado a niveles cada vez más bajos, ya que esto, además de aumentar la reserva de dinero, aunque para apoyar la economía, reaviva el crecimiento de la producción y el empleo. Si bien puede ayudar a los prestatarios sobrecargados, los efectos secundarios de la reducción artificial de los tipos de interés son espeluznantes.
Hace que el ahorro sea imposible. Sin un tipo de interés real positivo, no hay forma de proteger a los titulares de dinero contra la pérdida de poder adquisitivo del dinero. Es más, los tipos de interés suprimidos artificialmente provocan distorsiones de los precios en los mercados financieros, alimentando las burbujas especulativas y las malas inversiones, lo que hace que las economías, ya de por sí paralizadas, sean aún más vulnerables a las perturbaciones adversas.
En este contexto, cabe señalar que la política de tipos de interés de la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) es de suma importancia, ya que la FED está produciendo la moneda de reserva mundial, el billete verde, y es justo decir que los tipos de interés de los Estados Unidos sirven como los "tipos de interés clave" del mundo. Si la Fed decide bajar los tipos de interés a cero, o incluso por debajo de cero, el impacto será equivalente a una sacudida sísmica.
Con la desaparición de los tipos de interés de los EE.UU., los mercados financieros mundiales perderían su "brújula" más importante. Tratar de evaluar el valor fundamental de, por ejemplo, acciones, bonos, derivados y bienes raíces se convertiría en pescar en aguas turbias o en hacer conjeturas a ciegas. En tal escenario, se pueden esperar consecuencias caóticas para los mercados financieros y las economías reales.
En estas condiciones, el atractivo relativo de la tenencia de oro y plata aumenta desde el punto de vista del inversor. El poder adquisitivo del oro y la plata no puede ser rebajado por los bancos centrales que dirigen las imprentas de billetes. Además, el oro y la plata -a diferencia de los depósitos bancarios y la deuda a corto plazo- no conllevan un riesgo de impago.
Además, el oro y la plata proporcionan una cobertura contra la caída del sistema de dinero fiduciario, que puede no estar a la vuelta de la esquina (ya que la posibilidad de supervivencia del sistema de dinero fiduciario es mayor de lo que la mayoría de la gente podría pensar), pero que es un acontecimiento que ciertamente conlleva una probabilidad más que nula.
Con este telón de fondo, hemos aumentado nuestras estimaciones de precios de los metales preciosos. El precio del oro puede alcanzar el nivel de alrededor de 2.550 USD/onza a mediados de 2021 (con una banda superior de alrededor de 2.780 USD/onza y una banda inferior de alrededor de 2.310 USD/onza). En cuanto al precio de la plata, un movimiento hacia los 48 USD/oz en los próximos 12 meses nos parece plausible.