En los últimos años el número de trabajadores afectados por el frío ha ido creciendo, entre otros factores, por la expansión de la industria del frío. Identificar los principales riesgos laborales de las actividades con exposición a bajas temperaturas, cómo prevenirlos y saber cómo actuar ante casos severos es el objetivo de la guía de buenas prácticas que acaba de publicar la mutua Umivale.
“A partir de temperaturas inferiores a los 15º podemos empezar a tener una sensación de disconfort térmico y si nos exponemos a temperaturas negativas el riesgo es inmediato. Además, la sensación de frío no se encuentra ligada solamente a la temperatura media sino que puede llegar a acentuarse debido a factores como el viento y la humedad”, ha destacado José Luis Cebrián, responsable de Prevención de la mutua Umivale.
Nuestra temperatura corporal se regula por el sistema nervioso central. La piel cuenta con unos receptores térmicos que, en contacto con el frío, activan la vasoconstricción cutánea para conservar el calor interno y la tiritera, un acto reflejo que incrementa nuestra producción de calor hasta un 500 por cien. El descenso de la temperatura corporal puede conllevar una pérdida de destreza y eficiencia en los movimientos y en una sensación de dolor. Entre los efectos sobre la salud: respiratorios, cardiovasculares y por último lesiones por frío.
“Las lesiones por frío pueden ser por enfriamiento localizado, que pueden conllevar congelaciones superficiales o profundas de la piel, o por enfriamiento general del cuerpo, lo que se traduce en una hipotermia. El peligro en este último caso radica en que la víctima no es capaz de reconocer sus síntomas y la asistencia externa es vital para evitar fases de inconsciencia y en casos más graves la fibrilación cardíaca y la muerte”, ha señalado el responsable de prevención.
Primeros auxilios, ¿cómo actuar?
“Ninguna de las recomendaciones debe remplazar la asistencia médica. La hipotermia es una urgencia médica y la congelación debe ser atendida por un especialista. En esta guía damos recomendaciones de primeros auxilios mientras llegan los servicios sanitarios”, ha remarcado el responsable de Umivale.
Los síntomas de una congelación van desde una sensación de hormigueo y posterior adormecimiento, una sensación de dolor seguida de una insensibilidad de la parte afectada, hasta un endurecimiento de la piel o quemaduras que pueden provocar ampollas o gangrena.
En estos casos lo primero es proteger a la víctima del frío, trasladarla a un lugar cálido, quitarle la ropa húmeda, abrigarla y proporcionarle bebidas calientes para recuperar los líquidos perdidos. Es importante procurar no mover las áreas descongeladas para evitar lesiones mayores. Si la ayuda médica viene de camino, envolver las áreas afectadas con compresas estériles siempre separando entre sí los dedos. En caso de no disponer de ayuda médica inmediata, sumergir las áreas afectadas en agua tibia -entre 38-40º- o poner paños calientes sobre la zona afectada y evacuar a un centro médico cuanto antes.
Nunca debemos usar calor directo porque puede quemar los tejidos que ya están dañados, no descongelar un área si no podemos mantener la temperatura y nunca masajear la zona afectada.
En los casos de hipotermia los síntomas son, entre otros, la confusión, somnolencia, pérdida de coordinación, disminución del ritmo respiratorio y la frecuencia cardíaca, así como temblores incontrolables. “Lo primero siempre es llamar al teléfono de emergencias 112, si es posible trasladar a la víctima a una zona con temperatura agradable y cubrirla y asilarla del suelo con mantas. Si está inconsciente, examinar las vías respiratorias, la respiración y pulso y practicar la respiración artificial o reanimación cardio-pulmonar”.
Factores y actividades con mayor riesgo y medidas preventivas
El estrés por frío puede presentarse a temperaturas justo por debajo de la zona de confort, especialmente en trabajos sedentarios. Nuestra respuesta depende de la capacidad de termorregulación del cuerpo “pero hay personas con mayor riesgo a sufrir los efectos como son las de más avanzada edad, cuyos mecanismos defensivos como la vasoconstricción y la tiritona se encuentran debilitados, personas con ciertas enfermedades crónicas o si toman ciertos medicamentos que pueden agravar los síntomas ligados al frío”, ha añadido Cebrián.
La exposición profesional al frío, natural o artificial, se puede encontrar en diversas actividades profesionales. Dentro de un local como el personal de la industria agroalimentaria o empleados de mantenimiento de sistemas de frío como cámaras frigoríficas, en trabajos en el exterior como agricultores o personal de mantenimiento de carreteras, en los trabajos en altitud como trabajadores de la construcción o en trabajos en contacto con agua fría. “La pérdida de calor es 25 veces superior en los casos de trabajadores sumergidos en agua fría por unidad de tiempo para una misma temperatura”, ha apuntado Cebrián.
Cuando la temperatura de los lugares de trabajo es inferior a 10º centígrados se recomienda evaluar el riesgo de estrés térmico por frío. La guía editada por Umivale repasa las diferentes medidas preventivas que se deben adaptar a cada situación y se dividen en medidas organizativas, de diseño y gestión de los puestos de trabajo, de protección personal y las relativas a la formación e información a impartir las personas trabajadoras expuestas.