Nuestras células tienen unas proteínas que actúan como un reloj sintonizado con el día solar, con la luz y la oscuridad. El mismo genera variaciones cíclicas en el comportamiento y la fisiología, que incluyen estados de comportamiento, como los ciclos de sueño-vigilia, y también las funciones neurológicas, metabólicas, endocrinas, cardiovasculares e inmunes.
La ritmicidad circadiana es creada de forma endógena por relojes moleculares codificados genéticamente, cuyos componentes cooperan para generar cambios cíclicos con una periodicidad de alrededor de un día. En todo el cuerpo, estos relojes moleculares transmiten un control temporal a las funciones de órganos y tejidos mediante la regulación de los programas de coordinación y mantenimiento de las constates vitales.
La sincronización entre los diferentes osciladores circadianos residentes en nuestras células, y la resonancia con el día solar está habilitada en gran medida por un marcapasos central que reside en el cerebro, en el núcleo supraquiasmático, y que estimula la producción de hormonas; entre otras, la del crecimiento (HC), el cortisol, la melatonina (MLT) y la prolactina (PRL), inducidas, en gran parte, por los relojes internos o endógenos. No me entretengo en describir las propiedades y funciones de estos productos de los que depende nuestra longevidad y nuestra salud.
Los relojes circadianos ayudan a coordinar los procesos fisiológicos con los ciclos diarios de alimentación, actividad y descanso. No estar sincronizado con estos ciclos de 24 horas puede tener efectos nocivos para la salud. Socialmente nada invita a acostarse temprano para evitar el deterioro de nuestra salud y retrasar las consecuencias de la edad, por ejemplo, la vejez prematura de la piel, como así mismo la produce el tabaco.
Datos recientes sugieren que el reloj circadiano regula funciones cognitivas como la memoria y el estado de ánimo de una manera dependiente e independiente del sueño.
Algunas proteínas del reloj circadiano son importantes reguladores de la longevidad; por ejemplo, BMAL1, NPAS2, CRY y PER.
Los ritmos circadianos del sueño y el comportamiento se ven afectados significativamente por el envejecimiento; este deterioro puede contribuir al deterioro cognitivo del cerebro. Por tanto, las personas mayores cuanto más duerman mejor, pero, acostándose temprano.
Dormir solo cuatro horas durante la noche durante una semana reduce los anticuerpos a la mitad, por el aumento de la producción de adrenalina. Es decir, es un gran estrés. Y las dietas de menos de 1.200 calorías al día también pueden hacer disminuir la función inmunológica.
La restauración de los ritmos circadianos con terapia combinada de luz y melatonina mejora la calidad del sueño en los seres humanos, el rendimiento cognitivo y aumenta la esperanza de vida.
Además, la alteración del sueño podría interferir en la función de ciertas vías neuronales, especialmente las del ácido γ-aminobutírico (GABA), que modula la inhibición, y del monofosfato de adenosina cíclico (AMPc) que, a su vez, podrían afectar a la plasticidad sináptica, dando lugar a fatiga, alteración de la atención o la concentración, deterioro social o laboral, somnolencia diurna, alteraciones en el estado de ánimo y problemas de comportamiento La evidencia sugiere una posible asociación bidireccional entre la acumulación de β-amiloide, que dará lugar a la demencia y el ciclo sueño-vigilia, decisivos en la misma. La falta de sueño aumenta las concentraciones de β-amiloide, lo que se ha relacionado con un mayor estado de vigilia y patrones de sueño alterados que podrían contribuir a la degeneración neurológica al promover la neuroinflamación, especialmente en áreas del hipocampo.
Así que los animo a contribuir a sus vejez prematura y aumentar los negocios de las televisiones y, no se pierdan los programas nocturnos, acompañándose de algunos cigarros que acelerarán mejor su deterioro.