En este sentido, las coberturas y primas del seguro son flexibles, si bien se trata de seguros low-cost cuyo coste va incorporado en el precio del producto y que cubre cualquier desperfecto o rotura en audífonos, gafas, cámaras fotográficas, dispositivos electrónicos, teléfonos móviles, equipos médicos, bicicletas, equipos deportivos, remolques, bellas artes, joyas, instrumentos musicales, equipamientos de jardín, equipos de oficina e informáticos, sistemas de seguridad, máquinas expendedoras, equipamiento agrícola, instalaciones y equipos de contratistas, equipos industriales ligeros, carretillas elevadoras, vehículos de movilidad urbana, equipos de calefacción, electrodomésticos de línea blanca y marrón y todo objeto o consumible.
El seguro bajo demanda comenzó con productos que se consideraban demasiado “pequeños” para asegurar, o los riesgos demasiado difíciles de medir, como en el caso de los dispositivos móviles, ordenadores portátiles, cámaras de fotos u otros bienes personales valiosos. Fue entonces cuando surgió la microevaluación de riesgos en tiempo real, habilitada por la suscripción automatizada, que es lo que diferencia los seguros bajo demanda de los seguros tradicionales. El tamaño de mercado de los seguros bajo demanda alcanzará los 190.000 millones de dólares para 2026, de acuerdo con el último informe de TATA Consultancy “On-demand Insurance: Challenges and Opportunities for Large Insurance Carriers”, que concluye que la extensión a productos cotidianos va pareja a la de la economía compartida y propiciará en seis años que las generaciones de los Millennials y Gen Z superarán a los Baby Boomers y la Gen X cuando alcancen el “punto óptimo” de compra de seguros en los próximos 6 años.