Esto es lo que se conoce como inteligencia deportiva: la capacidad de comprender lo que está sucediendo en el contexto deportivo: sus reglas, normas, la interpretación de situaciones y toma de decisiones en consecuencia, así como la adaptación a las capacidades de cada deportista.
Se debe entender este tipo de inteligencia como un proceso que contiene varios momentos de preparación, la capacidad de dirigir tu atención y pensamientos, la motivación, la relajación y la resiliencia. Todo ello, se puede entrenar.
“El deporte propicia ocasiones en las que las personas se exponen a situaciones inesperadas, a decisiones que deben tomar, a momentos de cierta presión ambiental donde deben coordinarse con compañeros y fomentar la comunicación para solucionar tales circunstancias”, explica Diana Camín, psicóloga de BluaU de Sanitas.
“La inteligencia deportiva está ganando cada vez más peso en los entrenamientos. Los deportistas, ante una competición, tienen que ser capaces de predecir una jugada, anticiparse a su contrario o aprender a utilizar sus capacidades para el éxito. Es por este motivo por el que la preparación ante una competición no solo puede ser física, sino que implica adquisición de hábitos y mucho estudio previo”, continúa Diana Camín.
La inteligencia deportiva, por tanto, puede ser desarrollada por cualquier persona que practique un deporte, ya sea aficionado o profesional. “Hemos comprobado que se trata de un factor muy importante en el ámbito del deporte inclusivo, puesto que ayuda en el desarrollo cognitivo de estos deportistas tanto dentro como fuera de las pistas”, explica Javier Pérez, director de la Cátedra Fundación Sanitas de Estudios sobre Deporte Inclusivo (CEDI).
Para maximizar los beneficios que el deporte inclusivo aporta y potenciar a su vez el desarrollo de esta inteligencia deportiva es preciso tener en cuenta varios factores.
Según la disciplina deportiva, la importancia entre lo físico y lo intelectual varía ya que, por ejemplo, en pruebas de atletismo, como los 100 metros lisos, las condiciones físicas son lo más determinante. En cambio, en los deportes colectivos ocurre lo contrario, con gran predominancia del aspecto cognitivo. Aquí es donde el deporte inclusivo se ha desarrollado con más fuerza, en disciplinas como el baloncesto, fútbol o el voleibol. De esta forma se fomenta un mayor uso y desarrollo de la inteligencia deportiva, poniendo en práctica aquellas técnicas que puedan ayudarnos en el desempeño deportivo.
Una vez que se practican estos u otros deportes, también se requiere que adapten sus normativas y reglas si así fuera necesario. Se debe procurar que el ritmo sea más adecuado, predomine la equidad y que evite generar situaciones de frustración por crear metas inalcanzables. No se pretende eliminar la prueba, el error y el aprendizaje, tan propios del deporte, pero se debe medir con precisión qué situaciones se quieren generar para que exista un equilibrio entre fallo, aprendizaje, éxito y recompensa.
Para evitar la frustración ante un resultado no esperado, se debe otorgar un rol secundario a la victoria y a la derrota. Aunque cierto grado de competitividad debe existir, se debe relativizar su importancia.
Todas estas cuestiones son aplicadas por Fundación Sanitas y por todas las iniciativas que organiza para fomentar el deporte inclusivo. Unos compromisos que se verán todavía más reforzados con la celebración de los I Juegos Inclusivos en el tercer trimestre de 2021, el primer evento deportivo conjunto y multidisciplinar entre deportistas olímpicos y paralímpicos españoles, que contará con la colaboración del Consejo Superior de Deportes, el Comité Olímpico Español y el Comité Paralímpico Español.