Hay motivos, por tanto, para el optimismo. Pero si se quiere mirar hacia delante hay que hacerlo sin perder de vista que todavía hay 447.800 personas afectadas por un ERTE: la cifra sigue descendiendo, pero no a la misma velocidad que aumenta la afiliación. A este respecto, es necesario tener ya en mente un horizonte en el que toque suelo y deje de bajar. Mientras haya restricciones, es de suponer que las empresas podrán seguir recurriendo a los ERTE; pero la situación de los trabajadores que estén en ERTE y no tengan empresa a la que volver habrá que resolverla cuanto antes, sin dilaciones innecesarias para que puedan regresar al mercado laboral.
Es posible que muchos pasen a engrosar las filas del desempleo, que, no lo olvidemos, sigue afectando a casi 3,6 millones de personas en España tras reducirse en 166.911 personas en junio. Y es que, como venimos viendo en los últimos meses, el paro registrado se reduce a un ritmo más lento que lo que crece la afiliación, lo cual sólo se explica por un aumento de la población activa que habrá de confirmarse cuando a finales de mes se publique la Encuesta de Población Activa del INE correspondiente al segundo trimestre.
Con la afiliación situada en su franja histórica de máximos y los fondos europeos por llegar, podemos conjeturar que la tendencia de creación de empleo se consolide a medio plazo, ofreciendo nuevas oportunidades a ese gran grupo de desempleados actuales y a los que pasen a serlo cuando sus ERTE no puedan seguirse prorrogando. Y, como consecuencia colateral, un mercado dinámico atrae a nuevos trabajadores lo cual ensancharía la base de población activa.
El objetivo nunca alcanzado en España de 20 millones de afiliados podría considerarse, ante la oportunidad que se presenta, incluso modesto.