Le sigue el financiero, con un 15%, salud y retail ambos con un 10%.
Ambos políticos y partidos políticos están de manera sostenida en el tiempo en la picota de la opinión pública. Son objeto de comentarios constantes, y es por ello que cuentan con equipos de Comunicación que les aconsejan sobre cómo y cuándo lanzar sus mensajes. Todo esto, trasladado a internet es lo que se considera como identidad digital. El paso siguiente es la reputación online que consiste en gestionar la imagen que los consumidores crean sobre un político o partido político. Si no se actúa en los entornos adecuados, y no se diseña una estrategia con pautas de actuación, la gestión estará fuera de control, y esa marca será lo que los internautas quieran que sea, no lo que la dirección del partido tiene previsto.
“La repercusión sobre la identidad digital puede restar enteros a la popularidad de un político. De hecho, la reputación es más difícil de reconstruir cuando el daño se ha hecho en internet en lugar de en medios tradicionales como radio y televisión”, afirma Borja Martín de La Torre, portavoz y co-fundador de Remove Group.
Otra de las vertientes en la gestión digital de la identidad es la de los datos falsos o derivados de mala fe. En esos casos se debe acudir a empresas especializadas y subsanar ese daño amparado por la legalidad vigente.