Recuerdo una útil enseñanza que nos regaló en clase un profesor. «Para someter a un grupo, debes enfrentarte al líder y ganarle», decía el valioso docente. Se refería a la forma de tener controlada el aula. Él llegaba, localizaba al cabecilla y lo metía en verea, como solía decir. La caída del pequeño caudillo escolar tenía consecuencias reputacionales para el joven, que quedaba marcado, pero cuadraba al resto. Con el tiempo pude comprobar que la doctrina efectivamente no era aplicable únicamente a la escuela.
La Agencia Tributaria emprendió hace una década una insólita cruzada contra futbolistas. El organismo puso en su punto de mira a las dos estrellas más grandes de la galaxia deportiva y les ganó la partida por diferentes flancos. Lionel Messi, primero, y Cristiano Ronaldo, después, tuvieron que agachar la cabeza ante Hacienda, que les aplastó en el terreno de juego fiscal.
El barcelonista no supo explicar por qué había creado un entramado societario para gestionar sus derechos de imagen en el extranjero, por lo que la Audiencia Provincial de Barcelona le condenó en 2016 a 21 meses de prisión (que el jugador finalmente eludió) y a dos millones de euros por defraudar cuatro durante los ejercicios 2007, 2008 y 2009. Diferentes firmantes y sociedades pantallas en territorios opacos le dejaron poco margen. La defensa no tuvo otra que centrarse en el clásico «yo no sabía nada, me dedicaba a jugar al fútbol» utilizado dos años antes por la infanta Cristina en el marco del caso Nóos. A ella le salvó la fórmula. A él, no.
Xabi Alonso ha marcado el camino a todos aquellos que no quieran aceptar pactos con Hacienda
El ex madridista, por su parte, ni siquiera llegó a juicio. Alcanzó un acuerdo con la Fiscalía y tuvo que abonar 19 millones de multa por evadir casi seis. Su asunto era algo distinto al de Messi, pues Ronaldo disfrutaba de un régimen de tributación diferente que podía haber amparado la denominada ley Beckham. El propio abogado que firmó su acuerdo, José Antonio Choclán, admitió meses después en el World Football Summit que hubiera podido ganar el juicio de haberse celebrado. «Probablemente el tribunal habría dictado una sentencia absolutoria; estoy convencido de que el criterio elegido para tributar era el correcto», aseguró el que fuera juez de la Audiencia Nacional, que explicó por qué sin embargo se decantó por el pacto. «Permitía una pronta solución del problema» y la «reducción de riesgos», ya que incluso con una sentencia absolutoria la Fiscalía podría haber ido por la vía administrativa, justificó Choclán, quien criticó que todos estos procedimientos estaban «intentado presentar a los jugadores de fútbol como si fueran todos defraudadores», algo que según dijo «no es así».
El caso es que el varapalo a ambos cracks mundiales puso patas arriba el deporte rey. Si ambos referentes habían caído, los demás tenían que atarse los machos. La Agencia Tributaria estaba dominando el aula de futbolistas como había indicado años atrás mi preciado maestro, por la vía de la localización y del control del líder. En ese contexto, de hecho, Javier Mascherano (815.000 euros), Adriano Correia (369.000), Radamel Falcao (nueve millones), Luca Modric (1,4 millones), Ángel di María (dos millones) o Ricardo Carvalho (143.000 euros) también optaron por pactar.
Pero hubo un alumno que salió respondón. El mismo día en el que los asesores de Cristiano alcanzaron la conformidad, un ex futbolista de la Real Sociedad, del Liverpool, del Real Madrid y del Bayern de Múnich se sentaba en el banquillo de la Audiencia Provincial. Había decidido aceptar el órdago del viejo profesor y llevar el asunto hasta el despacho del director. El 9 de octubre de 2019, en concreto, Xabi Alonso y su asesor Iván Zaldúa, también acusado de colaborar con el txuri urdin, decidieron enfrentarse a toda la maquinaria técnica, jurídica e incluso mediática que había puesto en marcha la Agencia Tributaria y la Fiscalía contra ellos en la misma línea que había hecho contra otros galácticos. El lo veo del guipuzcoano conllevaba no solo el riesgo de perder el caso y por lo tanto la pasta, sino también el peligro de sufrir un daño reputacional irreparable, mayor incluso que el de la etiqueta de sospechoso.
Cristiano, Messi, Modric y el propio Xabi Alonso padecieron la ‘pena de telediario’
EL EMPECINAMIENTO del ahora entrenador del filial de la Real Sociedad en su inocencia quedó patente durante el juicio. «No me planteo pactar», zanjó. «He llegado aquí por convicción y por principios», aclaró Alonso, que se enfrentaba a cinco años de prisión. La Agencia Tributaria argumentaba que durante en 2010, 2011 y 2012, cuando jugó para Florentino Pérez, el ex futbolista tenía que haber pagado en España los impuestos relativos a sus derechos de imagen.
El pasado abril, sin embargo, la Audiencia Provincial de Madrid se decantó con claridad del lado del ex futbolista. En su resolución, el tribunal no solo abrazó los postulados de Alonso, sino que incluso criticó con dureza «la errática posición» de la Fiscalía y los «excesos» en «el tono de las intervenciones durante el juicio oral de las inspectoras de Hacienda». Los magistrados bajaron los humos a la Agencia Tributaria y al ministerio fiscal, que venían de ganarlo todo y habían sido derrotados en casa. Sin contar el de Messi, que había sido un despropósito por parte de los asesores del futbolista, el organismo recaudador no había llegado a juicio en ningún otro caso. Siempre había logrado que prevaleciera el temor a la condena.
Ahora, el escenario ha cambiado. El ex futbolista de Tolosa ha marcado el camino para aquellos que quieran aceptar el reto: la acusación debe demostrar que ha existido simulación en la cesión de derechos y eso a veces no es tan fácil. De paso, Alonso ha esquivado el daño reputacional, a veces peor que la pena, que sí sufrían aquellos pequeños líderes de las aulas a los que mi querido docente paraba los pies con rotundidad para controlar el aula. Cristiano, Messi, Modric y el propio Alonso padecieron la pena de telediario. Todos desfilaron por los tribunales más o menos trajeados y vieron cómo su prestigio se desplomaba cual boxeador noqueado. Pero el guipuzcoano se levantó de la lona. Gestionó el procedimiento judicial que enfrentaba y su imagen como si ambas cosas fueran una unidad. En un escenario con un alto grado de incertidumbre, se mantuvo firme en sus convicciones, fue coherente, expuso argumentos jurídicos y presentó una imagen serena y elegante. Nada que ver con lo que hicieron otros. Todo que ver con la figura del líder discreto pero gigante cuyo tamaño la Agencia Tributaria no supo valorar.