“La principal causa que explica el aumento de la pérdida del cabello durante la menopausia es el descenso progresivo que se produce de los estrógenos y progesterona, las hormonas femeninas por excelencia. Esto produce una descompensación frente a los niveles de testosterona, haciendo que prevalezca la acción de ésta última sobre los folículos y su ciclo vital, conllevando que el pelo se vuelva más fino y se caiga con más facilidad; aunque no afecta a todas las mujeres por igual”, explica el doctor Francisco Pilo de la clínica Hospital Capilar.
Así, este déficit de estrógenos provoca una serie de síntomas en el cabello que se traducen en una caída más exacerbada, que se suma a la menor velocidad de crecimiento que ya se experimenta durante esta época, así como en una pérdida de grosor capilar, la mayor presencia de canas, la existencia de un pelo más débil, seco y quebradizo y con falta de brillo, o un cambio de textura en el mismo. Unas alteraciones que, además, muchas mujeres comienzan a sufrir antes de la llegada de esta fase, que no suele causar una alopecia total, sino más bien la aparición de zonas algo despobladas, partes en las que el cabello clarea, o una mayor presencia de las entradas.
Además del factor hormonal, existen otras causas externas que influyen en la pérdida de densidad del cabello en este ciclo, como la pérdida natural del pelo que viene dado por el envejecimiento, la herencia genética, el aumento de los niveles de estrés, cambios negativos en la alimentación, el abuso de tintes, secadores, planchas o de productos capilares inadecuados, la disminución de la actividad física o deportiva, la aparición de otras enfermedades asociadas a la edad, o determinadas alteraciones hormonales frecuentes como los trastornos de tiroides.
Aunque no es posible evitar pasar por este proceso biológico, sí se pueden prevenir sus efectos mediante la práctica de deporte asidua, que favorecerá el riego sanguíneo y ayudará a que el cabello crezca con más fuerza, así como llevar una alimentación sana y equilibrada, evitando, en la medida de lo posible, el exceso de alimentos como las grasas y los ultraprocesados o el consumo de azúcares y fomentando la ingesta de nutrientes como la vitamina A o C. A este respecto, el doctor Pilo señala que “existen una gran variedad de alimentos que facilitan una adecuada nutrición del folículo piloso, entre los que se encuentran los cereales integrales, frutas y verduras, el aceite de oliva, té verde, pescados como el salmón o el atún, o frutos secos como nueces o almendras. La vitamina C, por su parte, actúa como antioxidante y protege contra daños en la estructura de las proteínas del cabello, mientras que la vitamina A es fundamental a la hora de hidratarlo y evitar que se vuelva quebradizo, ya que hace aumentar la velocidad de regeneración celular. Por ello, la deficiencia de esta vitamina puede impedirnos mantener un cabello sano durante este período”.
Es importante recalcar que la alopecia asociada a la menopausia es un proceso reversible, como ocurre con casi todas las patologías que afectan a nuestro cabello. Sin embargo, acudir a un médico especialista que aporte una correcta valoración, una analítica y descarte otras causas que puedan estar detrás de esta caída, son factores fundamentales para solucionar este problema.
“Una vez que se descarten otras patologías subyacentes de la alopecia femenina, podremos disponer de diversos tratamientos que se valorarán de forma individualizada en función de cada paciente, entre los que destacan el Minoxidil, que es el tratamiento médico por excelencia para este tipo de caídas junto al Finasteride, así como la mesoterapia capilar, el láser capilar y radiofrecuencia o incluso el injerto capilar, cada vez más solicitado entre las mujeres”, subraya el especialista de Hospital Capilar.