Hemos seguido reduciendo nuestra posición de sobre ponderación respecto a los activos de riesgo recientemente debido a la creciente preocupación por la crisis energética. En esta, los factores temporales están influyendo (sequía en Latinoamérica, inundaciones en China, ausencia de viento en Europa, etc.).
Por lo general, la mayoría estamos más familiarizados con el petróleo que con el gas natural; los precios suelen evolucionar de forma sincronizada, pero los precios actuales del gas natural están siendo similares a los del Brent, que ya está por encima de los 300 dólares por barril (ver gráfico). Sin embargo, el gas natural es la segunda fuente de energía en la UE (según datos de la CE de 2019: el petróleo representa el 36%; el gas natural, el 22%; las renovables, el 15%, y la nuclear y loscombustibles fósiles sólidos, el 13% cada uno).
Hay más cuestiones estructurales en juego: la inversión en energías renovables es demasiado lenta, mientras que en los últimos años se ha destinado menos capital a los combustibles fósiles, especialmente a la extracción de petróleo. Esto puede crear desequilibrios entre la oferta y la demanda a corto (¿y si de repente hace mucho frío?) y medio plazo. A medida que la transición energética resulte problemática, la demanda de las antiguas energías fósiles, especialmente el gas natural (menos "sucio" que el carbón y el petróleo) puede crecer, especialmente en Asia.
El aumento de los precios de las materias primas es tóxico para la economía y los mercados, al menos por tres razones: merma tanto los márgenes de las empresas como el poder adquisitivo de los consumidores, y puede requerir un endurecimiento más rápido o más fuerte de la política monetaria. Esto merece una asignación más prudente o una cobertura significativa.