Economía

La agresiva política exterior de Rusia amenaza las perspectivas económicas y de reforma a largo plazo

OPINIÓN: Por Levon Kameryan, analista senior de Scope Ratings

Jueves 20 de enero de 2022
La política exterior de Rusia, cada vez más asertiva, representa un potencial doble problema para la economía al arriesgarse a la imposición de sanciones adicionales y a descuidar aún más los problemas socioeconómicos que arrastra desde hace tiempo. id:79944

La Administración rusa parece estar ignorando una oportunidad, probablemente efímera, para abordar simultáneamente los retos económicos estructurales del país y mejorar los vínculos económicos con la UE, su socio comercial más importante. Los beneficios inesperados que le han proporcionado los elevados precios de la energía podrían haber sido incluso mayores si el gasoducto Nord Stream 2 estuviera en funcionamiento, mientras que las perspectivas de atraer capital extranjero y reducir los riesgos de sanciones también habrían mejorado de no ser por la crisis que rodea a Ucrania.

El fortalecimiento de las finanzas públicas de Rusia y la acumulación de reservas fiscales y de divisas han hecho posible que una economía más autosuficiente soportara las sanciones internacionales y superara la crisis del Covid-19 relativamente bien. Además, la subida de los precios del petróleo ha permitido al Gobierno de Putin poner en marcha estímulos fiscales de emergencia para apoyar la recuperación económica a corto plazo. La economía rusa crecerá un 2,7% en 2022, tras un crecimiento estimado del 4,5% en 2021. Sin embargo, las previsiones de crecimiento para este año podrían empeorar si la crisis de Ucrania se agrava.

Scope elevó el año pasado la calificación crediticia a largo plazo de Rusia a BBB+/Estable, basándose en el fortalecimiento del balance soberano frente a los riesgos de que tuviera que hacer frente a sanciones.

Los elevados precios actuales del petróleo y el gas podrían haber sentado las bases para una mejora de las relaciones con Europa, teniendo en cuenta la actual dependencia de la UE de las importaciones energéticas procedentes de Rusia. Pero esta ventaja geopolítica puede ir desapareciendo con el tiempo a medida que Europa abandona gradualmente los combustibles fósiles. La inclusión prevista de parte del gas natural en la taxonomía de la UE implica que el gas desempeñará un papel más importante como principal combustible de transición durante la transformación de la UE hacia una economía con bajas emisiones de carbono.

Por el contrario, las políticas rusas han contribuido a que la seguridad y la sostenibilidad energéticas ocupen un lugar más destacado en la agenda política de Europa. Así, la influencia que Rusia ha ejercido durante mucho tiempo sobre Europa Occidental a través de la dependencia de la región de las importaciones de productos energéticos rusos podría tener los días contados.

El deterioro de las relaciones con la UE y EE.UU. podría tener repercusiones importantes para el sector energético, el sistema bancario y la economía de Rusia en términos de convertibilidad del rublo, así como para los altos funcionarios rusos si Washington y Bruselas imponen sanciones más duras. Estos riesgos geopolíticos y relacionados con las sanciones representan una de las principales limitaciones para la calificación crediticia de Rusia. Las sanciones existentes y el riesgo de que se impongan más han desalentado la inversión extranjera. La inversión extranjera directa entrante se redujo desde una media anual de 55.000 millones de dólares en el período 2010-2013 a unos 20.000 millones de dólares en el período 2018-2021.

El contexto económico en el que Rusia está presionando a Occidente también ha cambiado por varias razones:

En primer lugar, las exportaciones rusas a la UE podrían verse materialmente afectadas por la propuesta de la UE de un mecanismo de ajuste fronterizo al carbono. La reducción de las consecuencias financieras de esta tarifa al carbono por parte de la UE, que podría ampliarse para incluir el petróleo y el gas rusos, depende de un enfoque indulgente por parte de Bruselas, algo que parece poco probable ante del actual clima diplomático.

En segundo lugar, la falta de reformas de gran alcance por parte de la Administración rusa para reducir la dependencia económica de las exportaciones de energía es una manifestación del aumento de los retos económicos, medioambientales y sociales a los que se enfrenta.

Transformar el modelo económico de Rusia requiere algo más que prudencia fiscal y protección del valor del rublo. Una reforma más profunda debería tener como objetivo reducir el importante papel del Estado en la economía, que ha desalentado la competencia y agravado las ineficiencias existentes, además de las desigualdades sociales. Esto, a su vez, ha enturbiado el clima empresarial y desalentado la inversión privada. En ausencia de reformas, el potencial de crecimiento a medio plazo de Rusia seguirá siendo escaso, en torno al 1,5-2% anual, a pesar de que la renta per cápita es relativamente baja y cuenta con un importante potencial de recuperación económica.

Las posibilidades de que el Gobierno se embarque en una reforma sustancial a corto plazo son escasas. Las reformas son políticamente costosas, aunque sólo sea por la competitividad del sector energético ruso en comparación con la de otros sectores a corto plazo.

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