El caso es que la invasión rusa de Ucrania ha aumentado las tensiones en un mercado de materias primas que ya estaba ajustado. De manera que las esperanzas de que la inflación alcance máximo este verano tiene que ser revisada. El fuerte aumento de los precios de la energía puede afectar más al poder adquisitivo de los hogares y márgenes de las empresas, lo que puede desencadenar ahorro precautorio. Por tanto, las autoridades pueden reaccionar, introduciendo políticas fiscales de apoyo adicionales. Europa está mucho más expuesta a una estanflación que EEUU, debido a su proximidad a Ucrania y su dependencia energética de Rusia.
Estimamos, dependiendo del desarrollo del conflicto en Ucrania, que el precio del barril Brent de petróleo pueda alcanzar 145 dólares a corto plazo. Pero es probable que la crisis energética afecte progresivamente a la actividad económica y la demanda de petróleo se reduzca a lo largo del año. De manera que nuestra previsión es que se situé en 95 dólares/barril para finales de año.
De momento hay que tener en cuenta que la elasticidad de la oferta global de petróleo parece reducida, dadas las limitaciones de los mayores productores mundiales: EEUU, Rusia y la OPEP.
EEUU era, hasta la pandemia, el productor de petróleo de conveniencia, gracias al auge de su industria de esquisto. Pero su reestructuración, tras el colapso del petróleo en abril de 2020 y necesidad de disciplina en el pago de dividendos en dicha industria, ha cambiado por completo su función de reacción. Ahora bien, estos productores están reconstruyendo progresivamente capacidad y ya han agregado 350 plataformas desde agosto de 2020, hasta las 522, aunque aún por debajo del máximo de 888 de noviembre de 2018. Es previsible un aumento progresivo de esta producción de esquisto de EEUU hasta llegar a 9,4 millones de barriles/día para fin de año, cerca del máximo histórico.
Por su parte Rusia es el segundo mayor productor de petróleo y tiene capacidad para aumentar la producción. De hecho, tras las severas sanciones internacionales impuestas, tiene gran necesidad de ingresos, aunque puede usar su posición influyente en la OPEP +. Por su parte la OPEP + no está produciendo tanto como anunció. Nigeria, Angola y República del Congo no pueden cumplir con sus cuotas por falta de mantenimiento e inversión en instalaciones petroleras. El exceso de capacidad se concentra en Arabia Saudita, en 1,4 millones barriles/día, Emiratos Árabes Unidos, 1,3 millones e Irak, 0,5 millones. Pero Arabia Saudita teme que pueda perderse el control de la producción futura. Por su parte los miembros no pertenecientes a la OPEP. como México, Azerbaiyán y Malasia también tienen dificultades para cumplir con sus cuotas. Otros proveedores, como Canadá, Brasil y Noruega, pueden verse alentados a aumentar la producción dados los altos precios, pero Canadá ya está 0,4 millones/día por encima de su promedio de 2019 y Brasil 0,3 millones por encima, por lo que el potencial a corto plazo parece limitado. Entre otros productores con problemas, Venezuela estuvo disminuyendo la producción desde principios de 2016, aunque el declive se redujo a finales de 2018.
En cuanto a Irán, el reinicio de negociaciones nucleares puede resultar en 1,3 millones de petróleo adicionales, lo que ayudaría a suavizar las tensiones de precios, aunque es poco probable que sea suficiente para restaurar completamente el equilibrio global entre oferta y demanda. Incluso Moscú puede impedir un acuerdo.
Respecto a gas, de 380.000 millones de metros cúbicos que la UE consume en un año, alrededor del 40% proviene de Rusia. El aumento de importaciones de gas natural licuado (GNL) puede compensar en parte: ya a finales de 2021, las importaciones a Europa procedentes de América y África habían aumentado 4,8 y 1,3 veces respectivamente respecto al promedio 2017-19. El caso es que Europa tenía a principios de diciembre los inventarios de gas al 67% de su capacidad, muy por debajo del promedio de 84% entre 2016 y 2020. Hasta ahora Rusia ha cumplido sus contratos a largo plazo, pero cuando los países europeos pidieron suministro adicional no ha respondido con aumento de flujos. Así que los niveles de almacenamiento se han llegado a desplomar al 29%. Aunque ha mejorado con el aumento de importaciones de GNL y gracias a temperaturas relativamente suaves, hay un riesgo significativo de que los niveles de almacenamiento de gas terminen este invierno por debajo del 10% de su capacidad.
En teoría, con todo, Europa tiene 186.000 millones extra de capacidad, lo que excede la cantidad de gas que llega de Rusia. Ahora bien, un cambio rápido de gas ruso a importaciones de GNL parece poco realista, por razones técnicas, legales e intracomunitarias. Puede llevar varios años. Por su parte las represalias de Rusia podrían reducir el suministro y dejar a Europa expuesta a escasez de energía, con graves consecuencias para la economía. Un estudio reciente del BCE sugiere que una reducción del 10% en el suministro de gas y electricidad puede producir un shock del 0,7% en el PIB real de la Euro Zona. De manera que los líderes europeos buscan soluciones de sustitución para la dependencia del gas ruso, lo que incluye extender la vida útil de las plantas nucleares, ralentizar la reducción del uso del carbón y construir infraestructura en puertos para recibir gas natural licuado de Qatar y EEUU. Será un proceso lento, pero fomentará la inversión en capital fijo este año.