El encarecimiento de la electricidad, los carburantes y los alimentos ha provocado asimismo que la inflación registre en España la tasa más alta desde mayo de 1984 con, un incremento interanual del IPC del 9,8% en marzo.
En la Zona Euro, este incremento del IPC (del 7,5% interanual en abril) está mucho más vinculado a los precios derivados de la producción de energía, pero dado su papel en las cadenas de producción y de consumo, cabe esperar efectos posteriores, los llamados efectos de segunda ronda.
Por su parte, la variación al alza de los precios en Estados Unidos ha derivado en tasas que no veíamos desde hacía 40 años, hasta alcanzar el 8,5% interanual en marzo de 2022, afectando sobre todo al consumo y no sólo a las más directamente relacionadas con los precios energéticos y la escasez de oferta.
Ante esta situación, los mayores bancos centrales han cambiado su actitud respecto a la inflación. La Reserva Federal, ha iniciado un ciclo de subidas del tipo de intervención. Sin embargo, desde el Banco Central Europeo se esperan políticas más graduales. En cualquier caso, la mayor dureza en el tono del BCE se ve reflejada en el Euríbor a 12 meses, indicador que se ha situado ya en torno al -0,1% desde el -0,5% del último trimestre de 2022.