En la ya gastada caracterización de la sociedad actual, como la sociedad que se sustenta en la gestión y comunicación de la información, la gestión del conocimiento se concibe como un factor crítico de competitividad empresarial.
Esta gestión o gobierno del conocimiento debe promover su creación, difusión y en definitiva provecho, siempre al servicio de los objetivos empresariales.
Sin embargo este flujo interno de conocimiento no únicamente fluye a expensas de canales preestablecidos, como buzones de sugerencias, círculos de calidad o planes de mejora. Tampoco se somete exclusivamente a fines estratégicos dónde la información sólo se comparte como punto de partida para complejos procesos de toma de decisiones de alto nivel. No, el factor decisivo que transforma la información y el conocimiento en una fuente permanente, y podríamos decir habitual, de ventaja competitiva es algo tan intangible y de difícil parametrización y monitorización como la cultura subyacente en una organización.
Entonces, cuáles son los patrones culturales que promueven una circulación óptima de la información y el conocimiento en el seno de una organización? Para que esto suceda es necesario que el conocimiento no sea percibido como una moneda de cambio, ya sea para acceder a nueva información también de acceso privilegiado, o bien para ascender jerárquicamente en la organización. Si así fuera, podrían incentivarse situaciones tan poco deseables como la existencia prácticas de obstrucción y ocultación de información en beneficio de unos pocos y en perjuicio del conjunto de la organización.
Por el contrario, lo que sí resulta deseable es que en esta nueva economía, donde todo se comparte, exista una cultura de knowledge sharing, o de compartición del conocimiento basada en la generosidad y que no se sustente en el “hoy por ti mañana por mi”. Tan sólo cuando existen razones puramente altruistas para que el conocimiento fluya se logra definitivamente concebir la compartición del conocimiento como una actitud que promueve la consecución de los objetivos comunes de la organización. Así, son las prácticas de compartición de conocimiento sustentadas en razones altruistas, de contribuir al beneficio común, las que tienen un mayor impacto positivo en las organizaciones.
Frente a estas evidencias que sitúan el bien general de la organización como el principal y mejor incentivo para el intercambio fluido del conocimiento en la compañía, una actitud a promover y practicar entre sus miembros: la filantropía.