Aída vuelve al Teatro Real, 20 años después, con un homenaje a Pedro Lavirgen
viernes 02 de marzo de 2018, 19:24h
El tenor se une a Plácido Domingo y Teresa Berganza en sus críticas a los “nuevos” montajes de algunas óperas.
La ópera Aída, considerada la más popular del repertorio operístico mundial, regresa a partir del 7 de marzo al Teatro Real de Madrid donde no se representaba desde hace 20 años, una situación que Joan Mataboch, Director Artístico del Real, calificó de “inaudita” para cualquier teatro que se precie. "¿Cómo un teatro de ópera puede pasar dos décadas sin programar una de las óperas más famosas de la historia?" Pero ese error repetido durante años por los sucesivos responsables se convierte este año en un triunfo, una constatación de que, aunque la programación de estas últimas temporadas “ofrece un 70% de novedades y está abierta a nuevas estéticas, compositores y artistas”, demuestra que el coliseo madrileño “tiene memoria”.
Los responsables del Teatro Real que han presentado la nueva ópera califican de “auto-homenaje” esta nueva producción. Se trata, en realidad, de un triple homenaje por los 200 años de existencia del Teatro Real, los 20 desde que fue reinaugurado y un reconocimiento especial a Pedro Lavirgen, uno de los tenores españoles más extraordinarios de su generación y uno de los mejores intérpretes del rol de Radamès, para quien la profesión de cantante “es la más bonita del mundo, pero la que más disgustos da”.
Pedro Lavirgen, que está especialmente agradecido a Aída ya que siempre entonaba Celeste Aida, uno de los principales temas de la obra, en los castings que hacía para poder llegar a convertirse en figura de la ópera, “rechazó tajantemente”, como en este mismo teatro hizo recientemente Plácido Domingo y también en otras ocasiones, Teresa Berganza, los modernos montajes que alteran la idea general de la ópera. Cuenta que se negó en Bolonia a vestir un uniforme de la Guardia Civil para representar Carmen. El Director Artístico del Real le tranquilizó diciendo que en esta puesta en escena de Aída “hay suficientes pirámides”.
Entre los días 7 y 25 de marzo se ofrecerán 17 funciones de Aída, con la gran producción concebida por Hugo de Ana para la inauguración de la segunda temporada del ‘nuevo’ Teatro Real, en octubre de 1998, que desvelaba al público las enormes dimensiones y las excepcionales capacidades técnicas de su flamante escenario. Sorprende que estos últimos 20 años no se haya representado Aída en Madrid, sobre todo porque en los años anteriores al cierre del teatro en 1925 se representaron nada menos que 353 y durante ese periodo el popular título verdiano fue el más representado en el Real, siendo Giuseppe Verdi, el compositor preferido del público madrileño.
Y ello pese a que no era precisamente del agrado de algunos políticos de la época. Joan Mataboch ha leído parte del artículo que el político liberal Manuel Silvela escribía en 1865 criticando el gusto del ministro de turno: “Cuando la situación es grave y hay grandes partidos en funesto retraimiento, la crisis económica nos ahoga, el descontento crece, la desconfianza cunde y el horizonte se cubre de nubes del mismo modo que momentos antes de estremecerse y agrietarse el suelo a impulsos del terremoto, el ministro ha decidido intervenir en la gestión del Teatro Real. A estos efectos, ha regulado todos los ámbitos de su gestión, desde la calidad de las butacas a la de los cantantes. El ministro, completamente desocupado y sin otras atenciones, se ha consagrado también a escoger el repertorio. Declara preferente a Rossini, Bellini, Donizetti, Mercadante y Meyerber, y manda que sólo de vez en cuando se ejecuten obras de Mozart y Weber. Condena al destierro al innovador Verdi, y a otros peligrosos demócratas de la música. El ministro opina que, si al público le gustan, que se vaya a oírlos a Nápoles”.
Una partitura muy efusiva
Con el estreno de Aida en El Cairo, en 1871, coincidiendo con la inauguración del Canal de Suez, Giuseppe Verdi, sexagenario y con 25 óperas en su haber, culminaba aparentemente una carrera prolífica (que luego duraría hasta los 80 años), con una partitura muy efusiva, pero también honda e intimista, en la que afloran los temas recurrentes en su obra: el triángulo amoroso, el trasfondo político y social, la prepotencia de los dictadores, la humillación de los oprimidos, los sentimientos paterno-filiales, los celos, los amores prohibidos, la traición, la soledad, la muerte...
Desde el punto de vista compositivo, Aida también refleja la veteranía de Verdi: su dominio de la escritura vocal, privilegiando los dúos y números de conjunto, en detrimento de las arias; la genial utilización de la orquestación para obtener efectos dramatúrgicos; la yuxtaposición de momentos de recogimiento y de esplendor; y la pericia en la articulación de grandes números corales y coreográficos con inspiradas melodías solistas, de gran aliento y profundo dramatismo.
Es precisamente esta dualidad entre la espectacularidad de las escenas de masas con el imperio egipcio, ejércitos, faraones, esclavos, sacerdotisas, invasores, prisioneros, ritos religiosos, celebraciones, etc. y aquellas, recogidas, en las que afloran los conflictos y dramas de los protagonistas, donde radica la dificultad de la puesta en escena de Aida.
Nicola Luisotti, director asociado del Teatro Real, vuelve a este escenario con su tercer título verdiano, después de Il trovatore (2007) y Rigoletto (2015). Hugo de Ana, responsable de la dirección de escena, escenografía y figurines de la ópera, ha introducido algunas modificaciones en la producción, coproducida con la Lyric Opera de Chicago y el Teatro Municipal de Santiago de Chile.
Tres repartos reunirán en el Real a grandes voces verdianas como Liudmyla Monastyrska, Anna Pirozzi y Lianna Haroutounian en el rol titular; Violeta Urmana, Ekaterina Semenchuk y Daniela Barcellona como Amneris; Gregory Kunde, Alfred Kim y Fabio Sartori como Radamès; y Gabriele Viviani, George Gagnidze y Ángel Ódena, como Amonasro.
En torno a Aida se ofrecen múltiples propuestas culturales incluyendo cursos, exposiciones, conferencias, coloquios, visitas guiadas (como la titulada “Cara a cara con las reinas de Egipto”, a la cámara acorazada del Museo Arqueológico Nacional), o talleres para niños y adultos como el de “Caligrafía egipcia antigua”, en la Biblioteca Nacional).