La barrera de los 65 años como paso a la “tercera edad” debería revisarse: la edad cronológica y la edad biológica divergen cada vez más.
España es y será cada vez más longeva. Los avances en el sector sanitario, farmacéutico y científico-tecnológico han hecho que la esperanza de vida de los españoles haya mejorado en el último siglo a un ritmo de cuatro años por década o, lo que es lo mismo, 10 horas cada día. Actualmente, los españoles vivenun promedio de 82,8 años, una circunstancia que sitúa a
España en la pugna por el podio mundial de la longevidad,
siendo el cuarto país por detrás de Japón, Suiza y Singapur
donde la población vive más tiempo.
La mejora de la esperanza de vida registrada en las últimas décadas, y por venir, es una excelente noticia, pero conlleva importantes desafíos sociales, económicos y financieros.Este es el punto de partida del Estudio “El reto de la longevidad en el siglo XXI: cómo afrontarlo en una sociedad en cambio”, elaborado por el INSTITUTO SANTALUCÍA y que aborda el fenómeno de la longevidad, su evolución y sus implicaciones en la sociedad, ofreciendo una serie de recomendaciones para afrontar los retos que plantea.
Del informe se desprende que la longevidad humana seguirá experimentando progresos notables hasta probablemente superar los 120 años – considerado mayoritariamente como el límite absoluto de la vida humana. Ante este contexto, las instituciones deberánacometer “reformas sustantivas” en los sistemas de bienestar, mientras que la industria del ahorro ejercerá también un papel cada vez más relevante a la hora de ofertar soluciones y productos innovadores para la jubilación.
Los españoles tienen una media de 72,4 años de salud
La denominada “esperanza de vida saludable”, un indicador que aborda el Estudio y que equivale a los años de vida que se espera que vivan los individuos con buena salud, también ha avanzado de manera muy notable en los últimos años, por lo que se constata que nos hacemos mayores más saludablemente y lo haremos, cada vez mejor.
Pero no todo el mundo envejece de la misma manera y prueba de ello es la distancia que marca este indicador con la esperanza de vida al nacer. En promedio mundial la esperanza de vida saludable supone 10 años menos que la esperanza de vida grosso modo y, en el caso de España, también es así, situándose en los 72,4 años de media. Esta cifra hace descender a España en el ranking mundial siendo el 9º país donde sus habitantes envejecen con mejor salud.
¿Hacia una sociedad supercentenaria? La supervivencia extrema avanza sin cesar
El número de centenarios españoles se ha duplicado en los últimos 10 años, superando las 15.000 personas a finales de 2017, lo que convierte a España en uno de los países con mayor porcentaje de población centenaria. Y no parece que esto se vaya a detener: en menos de 50 años (2066), ya habrán soplado 100 velas unos 222.000 españoles[1]. Además, la proliferación de los tratamientos y terapias diseñadas para alargar la vida supondrán una verdadera revolución en la emergencia de los supercentenarios (110 años o más) entre la población millennial.
La incógnita está en si podremos mantener este nivel de mejora, aunque el avance tecnológico y científico hace pensar, según revela el Estudio, que no hay freno aparente a la expansión de la longevidad. Así, no es improbable constatar que el ser humano pueda superar frecuentemente la barrera de los 120 años a finales del siglo XXI.
Como avanza el informe, este segmento de la población constituirá uno de los principales focos de atención en los próximos años, ya que tanto las instituciones públicas como la industria aseguradora deben hacer esfuerzos concertados para asignar recursos suficientes para estos ciudadanos en la etapa de la jubilación.
José Manuel Jiménez Rodríguez, director del INSTITUTO SANTALUCÍA, sostiene que “si se mantienen las tendencias actuales en la esperanza de vida, habría una presión al alza en la tasa de dependencia demográfica, que se elevaría desde el 53,5% actual hasta el 87,7% en menos de 50 años. Ante este escenario es totalmente imprescindible que todos impulsemos cambios para atajar los retos de gestión que nos plantea vivir vidas más largas y por eso este Estudio tiene como objetivo poner el foco de atención en estos desafíos”.
Los 81-91 años son los nuevos 65: el concepto de “gran edad” a día de hoy
En estecontexto demográfico, los 65 años, la barrera que tradicionalmente ha marcado el paso a la llamada “tercera edad”, se desdibuja cada día más. Una edad que, a principios del siglo XX, cuando se generalizaron en los países occidentales los sistemas públicos de pensiones, también se llamaba “la gran edad”. Entonces:¿cuál es la gran edad hoy en día? El Estudio del INSTITUTO SANTALUCÍA apunta a que habría que situarla en la horquilla de los 81–91 años, que es el equivalente de los 65 años de 1900.
José Antonio Herce, miembro del Foro de Expertos del INSTITUTO SANTALUCÍA y coordinador del Estudio explica que “a principios del siglo XX solo el 26,2% de los individuos sobrevivían a los 65 años y vivían de media 9,1 años más. A día de hoy, no solo la gran parte de la población española sobrevive a esa edad, sino que tenemos una esperanza de vida a los 65 años de 21 años más. Si buscamos cuál es la edad equivalente hoy en día, la edad a la que sobrevive el 26,2% de una generación, estaríamos hablando de una edad que entre los 81 y los 91 años, la conocida como “cuarta edad”. Es decir, que la “gran edad”, lo que era la tercera edad hace décadas equivale a la cuarta edad de hoy”.
Cómo se financia la longevidad: rentas vitalicias con servicios asistenciales
El informe apunta a que el crecimiento de la longevidad no parece que se vaya a detener. La consecuencia de todo ello impacta en los sistemas de bienestar y en el ámbito laboral, sanitario, de pensiones y de dependencia, por lo que las instituciones públicas deben adaptarse a esta realidad.
No obstante, para paliar este impacto, el fomento de un verdadero ahorro previsional es fundamental, de la misma forma que la industria aseguradora debe intensificar el esfuerzo en buscar soluciones innovadoras y ofrecer productos de carácter vitalicio, combinados con otros de carácter temporal, tanto de renta como de servicios asistenciales. Esto supone que no sólo se cubra financieramente durante un mayor tiempo al beneficiario, sino que también le aporten mayor calidad de vida.
En palabras de José Manuel Jiménez Rodríguez, director del INSTITUTO SANTALUCÍA: “en este contexto de longevidad creciente, es indiscutible la necesidad de contar con un ahorro previsional que pueda cubrir todo el ciclo medio de vida estimado, que permita estar cubierto, en muchos aspectos, de cualquier eventualidad que se pueda presentar en las edades más avanzadas de la vida. Los gobiernos y la sociedad tienen que ser conscientes de que vidas más largas requerirán un capital de jubilación formado por aportaciones voluntarias (ahorro) y/u obligatorias (cotizaciones) durante muchos años. Llegado el caso, licuar el patrimonio inmobiliario puede ser una opción, pero no es la mejor vía previsional para cubrirse en las edades más avanzadas”.
Según concluye el Estudio, el sector asegurador tiene por delante el reto de afrontar la creciente longevidad y adaptarse en consecuencia, gracias a la transformación digital, para predecir la probabilidad de supervivencia y ofrecer las mejores soluciones a los individuos. Las nuevas tendencias apuntan a la personalización y a la anticipación a las necesidades de cada cliente.
La dimensión bioética de la longevidad
Por otro lado, la creciente discrepancia entre la edad cronológica (tiempo que ha pasado desde el nacimiento del individuo y el momento actual) y la edad biológica (nivel de envejecimiento de un individuo) se debe tener muy en cuenta porque es justamente lo que hace que la barrera de los 65 años esté cada vez más cuestionada a la hora de estimar la “tasa de dependencia” entre los diferentes grupos de edad. Además, el Estudio pone de manifiesto el desafío que supone para el sector asegurador calcular bien la edad biológica, ya que la edad cronológica ya no es un indicador tan fiable cuando se miden el riesgo de longevidad[2].
En este sentido, la bioética juega un papel fundamental a la hora de determinar los aspectos que deben tener en cuentas las aseguradoras para tarificar los seguros de vida. Por ejemplo, hasta qué punto se debe considerar la certeza que ofrecen las pruebas genéticas frente a determinadas enfermedades o la exclusión de individuos que no pueden mantener ciertos estilos de vida. El enfoque bioético de la longevidad propugna que se han de marcar los principios esenciales para proteger a los ciudadanos cuando sus datos personales son procesados.
El estudio completo está disponible en este enlace
[1]Según las proyecciones del INE
[2]Desde un punto de vista técnico, se entiende riesgo por longevidad como el riesgo por el que las reservas constituidas para hacer frente a los pagos de pensiones resulten insuficientes para su finalidad porque se basan en una hipótesis de supervivencia inferior a la real.