Johanna Rivera, directora de comunicación de una institución, sintió un día la necesidad de empezar sesiones de coaching para afrontar un proyecto importante en su organización.
“Quería contar con alguna persona que me acompañara en el proceso ofreciéndome una visión externa y objetiva”, afirma Rivera. Aunque en un principio le resultó muy complicado priorizar los encuentros con su
coach porque siempre “anteponía las responsabilidades del día a día”, al final Rivera decidió sacar tiempo para las sesiones con el objetivo de “pensar con espíritu reflexivo”.
Y el cambio de prioridades funcionó y dio sus frutos. Rivera, mediante el apoyo profesional de la coach Yolanda Viu, aprendió, a partir de entonces, a contemplar sus preocupaciones laborales a través de “una visión de ‘dron’”, es decir, con una distancia crítica suficiente. Pensamiento y acción. Siguiendo las pautas y las actividades planteadas por su coach, Rivera desarrolló un plan de acción y se dio cuenta que sus retos iniciales, que al comienzo le parecían tan obvios, habían perdido relevancia en favor de otros más profundos, que le ayudaron a desarrollar la transformación profesional y personal que anhelaba. “Descubrí la verdadera raíz de las cosas que me había planteado”, explica Rivera, con perspectiva.
Después de los resultados de su paso por el coaching en calidad de coachee, Rivera animó a sus compañeros de trabajo a sumarse a una serie de sesiones de coaching. “Yo creo que si las empresas ofrecieran la oportunidad de tener esta experiencia a todas las personas, todo sería muy diferente, ya que la parte “humana” primaría a la de los objetivos, y lo cierto es que sólo en ese momento los objetivos serían asumibles”, reflexiona Rivera.
Rivera recuerda que sus encuentros con Yolanda Viu, de Viu Coaching “eran muy productivos”: “Saqué tiempo para pensar críticamente a través de muchas preguntas y ejercicios prácticos, que permitieron establecer un escaneo profesional de mi situación”. Así, pues, Rivera, que antes de conocer a su coach solamente había hecho alguna actividad más o menos parecida de forma esporádica, recomienda el coaching profesional como una oportunidad de ganar herramientas para “quitar el decorado y quedarse con la esencia” y enfrentarse, así, tanto a los desafíos de trabajo como los vitales que cada día se nos plantean.