Auge de la polémica sobre el uso del patinete eléctrico

A casi cualquier problema, los seres humanos hemos sabido encontrar una solución. Es cierto que la concentración de millones de personas en grandes núcleos urbanos parece imparable. Y esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Las ventajas pueden ser mayores oportunidades de educación y de acceso a buenos servicios de salud, pero los inconvenientes son la alta contaminación y la pérdida de tiempo, invertido en desplazamientos y en el transporte urbano.

Y, además, para las jóvenes -y no tan jóvenes generaciones- cada vez es más importante llevar un estilo de vida saludable que convine el trabajo con el ocio y algo de ejercicio físico. Por eso proliferan en todas las ciudades y pueblos carriles dedicados exclusivamente a ser usados por ciclistas. Pero un nuevo avance ha llegado.

Los patinetes eléctricos

La novedad de estos aparatos hace que sean objeto de mucha polémica. Unas veces, son bienvenidos como el método definitivo para reducir la contaminación y, otras muchas, son denostados por su falta de seguridad para quienes los conducen y para el resto de peatones o vehículos que comparten espacio con ellos. Como casi siempre, la bondad o maldad de un instrumento no depende de él mismo, sino del uso que le demos nosotros. Y los patinetes eléctricos no son ni buenos ni malos. Solo necesitan ser usados por alguien con un poquito de cabeza y sentido común.

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Las causas de la polémica

Si a cualquiera le suele costar bastante asimilar las novedades, a las Administraciones Públicas les cuesta mucho más. No seré yo quien defienda una legislación absolutamente uniforme en todo el Estado Español para cualquier ámbito de actividad, pero un poco de homogeneidad sí es deseable. Cosas tan sencillas como que un conductor de un patinete eléctrico sepa si puede o no circular por una carretera, lo que sería razonable ya que las bicicletas pueden hacerlo. O si puede hacerlo o no por la calzada o por la acera.

Y los conductores de patinetes eléctricos también han de poner de su parte. Es evidente que los patinetes eléctricos contribuyen a un mundo más saludable, ecológico y sostenible si se usan bien, pero utilizarlos por la noche, vestidos de negro, sin luces y sin chaleco reflectante es una estupidez.

En la educación y urbanidad que demostremos todos al movernos por nuestra ciudad tenemos la respuesta a polémicas absurdamente encendidas que nos distraen del que debería ser nuestro objetivo: el bien común.