Pocos automóviles han logrado el aura que ha sabido conquistar el Alfa Romeo Giulia TZ, legendario y codiciado por sus prestaciones, su rareza y su condición de coche pensado para la competición, pero adaptado para la carretera.
Parece el sueño de todo amante de los automóviles deportivos: un vehículo de carreras, pensado para lograr el máximo rendimiento en competición adaptado para ser utilizado en calles y carreteras. Esa utopía se hizo realidad hace 60 años con un modelo muy especial en la historia del “Biscione”: el Alfa Romeo Giulia TZ, del que se fabricaron 121 unidades.
Los primeros proyectos que dieron lugar al Giulia TZ se iniciaron a finales de la década de los 50, para crear un digno sucesor del Alfa Romeo Giuletta SZ que recogiera sus virtudes en los circuitos y aprendiera de sus defectos y sus evoluciones, haciendo hincapié en aspectos como la aerodinámica. El objetivo era diseñar un automóvil competitivo en la categoría Super 1600.
El entonces director de Alfa Romeo, Orazio Satta Puliga, un avezado ingeniero y diseñador, reunió a lo mejor del automóvil italiano en torno al desarrollo de esta propuesta: Giuseppe Busso como ingeniero a cargo de la supervisión de los motores creados y ensamblados por la Autodelta de Carlo Chiti, un joven Ercole Espada, entonces en Zagato, firmando el inconfundible diseño de su carrocería y la empresa aeronáutica SAI Ambrosini responsabilizándose de la fabricación de los innovadores bastidores tubulares de acero tratado con cromo y níquel que dieron nombre al modelo, ya que TZ significa “Tubolare Zagato”.
El resultado fue un automóvil compacto, con menos de 4 metros de longitud, y, sobre todo, muy ligero: 660 Kg, de los que sólo 62 Kg corresponden al chasis. Bajo el capó una mecánica sencilla: un motor bicilíndrico de 1,57 litros con dos carburadores Weber que desarrollaba 112 CV, que se convertían en 160 CV en las versiones preparadas para competición. Podía alcanzar una velocidad máxima de 215 Km/h. Todo un bólido que logró importantes victorias tanto en Europa como en América del Norte. Además, contaba con frenos de disco y con suspensión independiente en las cuatro ruedas. Además del peso y las prestaciones, se trabajó a fondo la aerodinámica logrando una superficie de sustentación innovadora, caracterizada por su zaga de tipo Kammback, que corta bruscamente la línea de la carrocería para poner aún menos obstáculos al aire, evitando turbulencias.
Por si estas proezas de la técnica y el diseño no parecían suficientes, el “Biscione” volvería a la carga en 1965 con una segunda generación del modelo, bautizado como Alfa Romeo Giulia TZ2. Más bajo, más ancho y aún más ligero que su antecesor, recurrió a la fibra de vidrio en lugar del aluminio para la carrocería marcando 620 Kg en la báscula. Con un estilo más agresivo diseñado por Zagato, se fabricó sólo para competición. Estaba equipado con un novedoso motor 1.6 DOHC con lubricación por cárter seco y encendido de chispa doble que ofrecía una potencia de 170 CV y una velocidad punta de 245 Km/h.
Su palmarés deportivo ayudó a cimentar la leyenda del TZ: con victorias en las ediciones 1966 los 1000 Km de Monza, las 12 Horas de Sebring y la Targa Fioro, además de un triunfo en Nürburgring la temporada siguiente. Además de sus éxitos en competición, el diseño rompedor del Alfa Romeo Giulia TZ inspiró dos concept-cars: el Alfa Romeo Canguro, creado por Giugiaro para Bertone y presentado en el Salón de París de 1964 y el Alfa Romeo Giulia 1600 Sprint, basado en el TZ2 y exhibido por Pininfarina en el Salón de Turín de 1965.