Una seductora pieza que destila la esencia más pura de la actuación.
Una sonrisa para los que siguen y un guiño para los que empiezan.
La historia, un cuento adulto, donde el timorato protagonista avanza en círculos, como en un carrusel oxidado, con traqueteo de tranvía y cuyo rechinar se le hace vocablo y mensaje para su vida. Se le escapa a fuerza de desear vivirla.
Y no habiendo ausencia más triste, sorda e inmisericorde que la del vacío interior, se eleva entonces nuestro personaje como trofeo singular de una velada disputa entre el bien y el mal, trayendo así un sentido a su existencia, que aunque foráneo, le permita saborear el almibar del éxito.
Un éxito que toma una sensual curva para simbolizarse.
La belleza y la agitación del cuerpo de una mujer.