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Perspectivas segundo semestre: niveles bajos por más tiempo... aun

Jeremy Cunningham, director de inversiones de Capital Group.
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Jeremy Cunningham, director de inversiones de Capital Group.

OPINIÓN: Por James Blair, Director de Inversiones de Renta Fija y Jeremy Cunningham, director de inversiones de Capital Group

martes 14 de julio de 2020, 11:03h
Los mercados de renta fija se han estabilizado tras el fuerte shock que sacudió los mercados en marzo, gracias a la intervención de los Gobiernos y los bancos centrales para ayudar a aliviar la tensión financiera y del mercado. id:60885
James Blair, Director de Inversiones de Renta Fija en Capital Group.
James Blair, Director de Inversiones de Renta Fija en Capital Group.
Sus respuestas han sido relativamente inmediatas y amplias en comparación con crisis anteriores, como la crisis financiera global de 2008. Hasta ahora, esto ha contribuido a evitar una caída económica aún mayor, a través de recortes de tipos de interés, compras de bonos, programas de préstamos y la provisión de liquidez.

Se podría decir que ahora estamos entrando en una nueva fase en la que a los mercados no les quedará más remedio que asimilar las dificultades a las que se enfrentará el entorno macroeconómico. Es posible que tengan que pasar años, en lugar de trimestres, para recuperar los niveles que registró el producto interior bruto (PIB) en el cuarto trimestre de 2019. Además, es probable que las tasas de desempleo sigan siendo altas. Presumiblemente, la recuperación de la economía real no tendrá forma de V, dado que este modelo suele reflejar la recuperación rápida y constante de las medidas que aseguran los resultados económicos tras una caída abrupta de la economía. En su lugar, es más probable que adopte una forma algo menos pronunciada. Es la primera vez que nos enfrentamos un parón temporal de la economía mundial y cabe esperar que la recuperación requiera cierto tiempo.

A medida que entramos en esta nueva realidad, queda cada vez más claro que el entorno de tipos de interés bajos que ha prevalecido en los últimos años probablemente seguirá con nosotros, al menos, a medio plazo. Suponemos que los bancos centrales se inclinarán por un enfoque conservador y acomodaticio. Es decir, quizá intenten poner en práctica medidas concebidas para estimular la economía en un periodo de desaceleración, además de reducir los tipos de interés o la flexibilización cuantitativa. Por ejemplo, el mercado de futuros de los fondos federales —que se hace eco de las expectativas de los participantes del mercado acerca de hacia dónde se dirigen los tipos de interés— fija actualmente el tipo de los fondos federales entre un 0% y un 0,25% en 2023. Podemos esperar que los balances del Banco Central Europeo, el Banco de Japón y la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) asciendan a un total de 20 a 25 billones de USD. Es probable que también se anuncien más programas de estímulo fiscal y prórrogas de los programas que están a punto de vencer.

Hasta el momento, los bancos centrales han desempeñado una función central como apoyo de los mercados, pero quizá lo más reseñable no sean las medidas adoptadas en sí, sino la influencia que ejercen sus intenciones. Por ejemplo, los diferenciales de la deuda corporativa se estrecharon significativamente cuando la Fed anunció que sus medidas englobarían a este sector, a pesar de que el comunicado se produjo mucho antes de que se realizara inversión alguna. De hecho, la Fed no compró ningún tipo de deuda corporativa hasta el 12 de mayo, fecha en la que adquirió fondos cotizados (ETF) de deuda corporativa. Sin embargo, su promesa bastó para sosegar a los mercados.

La intervención de la Fed, que también se comprometió a adquirir crédito corporativo, no solo ha sido única en su historia, sino que fue muy rápida e hizo gala de una gran coordinación con el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Dicho nivel de coordinación entre el Gobierno estadounidense y la Fed derivó en una respuesta veloz y efectiva ante la crisis, y contribuyó a poner freno al debilitamiento de los mercados de activos de riesgo, tales como el de renta variable y el crediticio. No ha sido el único ejemplo: otros bancos centrales y Gobiernos del mundo han implementado medidas de estímulo fiscal y monetario. Tras un periodo inicial de ajuste de los diferenciales de crédito, estos se estabilizaron ligeramente. Se ha debido, sobre todo, al enorme volumen de bonos emitidos recientemente que ha tenido que absorber el mercado crediticio, a medida que las compañías procuraban emitir bonos para afianzar el efectivo en sus balances antes de que esta recesión anticipada se materializara plenamente.

Si bien los bancos centrales pueden ayudar a apuntalar la liquidez para aquellas compañías que hubieran sido solventes de no ser por el parón económico, cabe esperar una caída de los beneficios empresariales y un aumento de los impagos. Jamás nos hemos enfrentado a una crisis de esta naturaleza, con tanto alcance y que se haya propagado a tal velocidad. Por ahora, el futuro es incierto. En primer lugar, aunque los Gobiernos y los bancos centrales hayan contribuido a limitar la gravedad de la situación, desconocemos por cuánto tiempo. En segundo lugar, tampoco estamos seguros de la duración ni de la gravedad de la recesión mundial. Las noticias relacionadas con el COVID-19 aún tienen mucho peso en la confianza de los inversores y es probable que sigan generando volatilidad en los mercados; al menos, en el corto y medio plazo.

En esta coyuntura, consideramos que es imprescindible mantener un enfoque de inversión equilibrado y diversificado, centrado principalmente en el análisis activo de fundamentales. Si bien es probable que los mercados sigan enfrentándose a una elevada volatilidad durante los próximos meses, creemos que es importante seguir centrándose en el medio y largo plazo.

Se denomina diferencial de crédito a la diferencia de rendimiento (el resultado previsto de una inversión a lo largo de un periodo de tiempo determinado) entre un bono del Estado y otro valor de renta fija con la misma fecha de vencimiento pero una calidad crediticia distinta. Los diferenciales de crédito se miden en puntos básicos, en los que una diferencia de rendimiento del 1% equivale a un diferencial de 100 puntos básicos. Los diferenciales de crédito suelen utilizarse para medir el nivel de riesgo percibido de un producto de deuda corporativa en comparación con otra inversión más segura, que habitualmente es un bono del Estado equivalente (cuanto más amplio sea el diferencial, más riesgo presentará el producto de deuda corporativa). Un periodo de ajuste refleja una disminución de este nivel de riesgo crediticio percibido.

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