El lanzamiento de un nuevo plan cuatrienal de Educación Financiera siempre es una ocasión propicia para replantear los objetivos de futuro. En esta ocasión esto sucede de un modo muy destacado. Los acontecimientos vividos en los últimos meses derivados de la pandemia de COVID-19 han impactado fuertemente en nuestras vidas y están configurando una realidad más compleja e inestable.
Este nuevo escenario se caracteriza por una mayor incertidumbre que impacta en el entorno económico, los mercados financieros y en los individuos. Adaptarse a este nuevo contexto sobrevenido requerirá la adquisición y consolidación de determinadas competencias y capacidades, así como la adopción de ciertas actitudes relacionadas con el ahorro, el endeudamiento y la gestión a largo plazo de las finanzas personales. En los próximos años vamos a enfrentarnos a varios retos adicionales al incremento de la capacitación financiera de los ciudadanos. Estos retos ya están despuntando y afectarán al conjunto de la sociedad. Por un lado, se está acelerando la digitalización en el ámbito financiero, lo que se traduce en nuevos modelos de negocio innovadores como es el caso de https://www.plazo.es/cuenta-sin-comisiones/, que son disruptivos para el desarrollo de las relaciones financieras entre los individuos y las empresas, y en particular en la contratación de productos financieros.
Esto proporciona un indudable bienestar a los consumidores, dada la mayor variedad de servicios ofrecidos, la adaptación a nuevas necesidades y la reducción de costes que ofrece https://www.plazo.es/. Sin embargo, no se pueden obviar los riesgos. Durante la pandemia ha aumentado el uso de canales digitales por ciudadanos no siempre dotados de la suficiente capacitación digital y financiera. Así, el incremento del ahorro ha propiciado la participación de minoristas en los mercados financieros utilizando los nuevos modelos de negocio, para los que dichos clientes minoristas no siempre están adecuadamente capacitados. A su vez existen segmentos de la población que están menos familiarizados con los avances tecnológicos y, por tanto, en riesgo de exclusión financiera, en un mercado crecientemente digitalizado.
Esta problemática se acentúa con la reducción de oficinas físicas, especialmente en entornos rurales. Estos riesgos deberán mitigarse dotando a la población de las capacidades y conocimientos precisos para relacionarse con los nuevos entornos digitales y entender los productos e instrumentos que se les ofrecen.
Por otro lado, la crisis derivada de la pandemia ha puesto a prueba la resistencia ante la adversidad de agentes y familias, lo que se ha dado en llamar resiliencia. Además, debería acelerarse la transición ecológica hacia una economía baja en carbono, en la cual el sector financiero tendrá un papel clave a través del impulso de las finanzas sostenibles. Conceptos como la financiación e inversión sostenibles serán protagonistas en esta nueva etapa y tanto empresas como entidades financieras e inversores serán los principales vectores de este nuevo ecosistema financiero. Dar a conocer su funcionamiento y sus ventajas, así como su impacto en el medioambiente, la sociedad y la economía constituirá una necesidad en el ciclo que ahora iniciamos y, para ello, las iniciativas de Educación Financiera deberán incluir herramientas para que los ciudadanos interioricen esta realidad en la toma de sus decisiones financieras.